Fiona y el mago

14:38 Pat Casalà 4 Comments

       ¡Estos últimos meses han sido geniales! He logrado expresar parte de las sensaciones que me acompañan desde hace años y compartirlas con unos pocos lectores. ¡Algo que hasta ahora no había logrado! Me he dado cuenta de mi error al estar absolutamente volcada en llegar a un sitio que quizá algún día sea factible, pero ahora está lejos y, sobre todo, he recuperado la ilusión por mi labor no remunerada. ¡Y eso es genial!
            Recapitulemos: tenemos a Ignacio, el mago, que habéis pedido que tenga poderes. Pues bien, desde pequeñito descubrió que era una persona muy sensible, que empatizaba con los que le rodeaban. Además, a los doce años descubrió que podía interpretar los pensamientos de los demás al leer en sus expresiones faciales.
            Era como si las caras le hablaran y le dieran una lectura fidedigna de los pensamientos, como si entre las facciones de las personas se escondieran las palabras y las frases que en esos instantes estaban deambulando por sus mentes. Al principio se asustó, no podía entender qué le pasaba ni porqué tenía ese don, pero a medida que fue haciéndose mayor y adentrándose en el mundo del ilusionismo, fue sacando brillo a esa facultad y  se sintió más seguro de sí mismo.
            Por contra, sus relaciones con las chicas siempre han sido desastrosas. Todo lo positivo que le aporta su don en el escenario y en la vida, es un obstáculo a la hora de relacionarse íntimamente con alguien. El conocer sus oscuros secretos le dificulta entablar una relación normal.
            Bien. Ahora nos tocaría hablar algo de Fiona. El anónimo no identificado habló acerca del móvil del dinero ayer y argumentó que era insuficiente para sostener la trama. Así que vamos a profundizar más en eso.
            Fiona es la pequeña de cinco hermanas nacidas en un entorno pobre y desgraciado. Creció rodeada de suciedad, miserias, pero con unos padres que le ofrecían un cariño que ella siempre rechazó. Su madre se deslomaba trabajando de limpiadora en una fábrica cercana al pueblo donde malvivían en una casa sin electricidad ni comodidades modernas.
            Su padre era un trabajador de esa fábrica de conservas, uno más de la cadena de montaje que se pasaba horas y horas ante una cinta transportadora, realizando un trabajo monótono y aburrido.
            Fiona se pasó la niñez acumulando odio y rabia hacia el lugar donde le había tocado nacer. Ese odio le fue creando unas ansias de poder increíbles. Cada vez que podía escabullirse de su casa se escondía en un rincón del bar del pueblo y se pasaba las horas mirando la tele, los lujos, las historias de otras personas, lo que podía llegar a obtener con dinero.
            Era una chica delgada, alta, con una larga cabellera rubia que le caía en una cascada de rizos sobre unos hombros rectos y esbeltos. Sus ojos azules relucían con chispas de ambición cada vez que tramaba maneras de hacerse rica.
            A los quince años decidió marcharse de su casa e iniciar una vida en la ciudad. Allí, con un pequeño petate y mucha energía, logró entrar en una agencia de modelos y forjarse una reputación. Nunca volvió a hablar con su familia ni a decirles donde estaba ni a comunicarles nada acerca de su vida….
            ¡Ánimos!!!! ¡Vamos a por las aportaciones!!!!
 

Safe Creative #1107099639889

4 comentarios:

Lagartija, libros y el mago

7:42 Pat Casalà 7 Comments

            Acabo de terminar el quinto libro y he de decir que esta vez me ha costado menos (203 páginas en un día). De los cinco El Cuento Número trece me gustó muchísimo y este último, El Lector (de Bernhard Schlink), lo he disfrutado. ¡Es tan variopinto el gusto por la lectura!
            Cuando fui a la biblioteca el lunes ya cogí dos libros para evitarme la excursión cada día, así que en cuanto pueda empezaré con el sexto. ¡A ver si el Máster avanza a buen ritmo y de aquí al verano ya he conseguido tachar un número considerable de deberes de la lista!
            Como siempre me he despertado súper pronto, ¡eso no cambia! No os podéis imaginar el susto que me he pegado cuando he llegado a la cocina y, tras prepararme un café cargadito, me he encontrado una lagartija en la pared, sobre la mesa.
            Primero la he examinado con ojos críticos, como pensando en la posibilidad de que fuera una broma de mis hijos. Me he acercado, he levantado el brazo y he aproximado la mano lentamente. ¡Y el bicho se ha movido! Total, que he soltado un mini grito, de aquellos que se te escapan cuando te pegas un susto, y en cinco segundos tenía a los dos hombres de mi casa persiguiendo a la lagartija.
            Entre los dos han logrado cazarla sin que sufriera ningún daño y sacarla a la terraza para que pudiera recuperar su libertad y yo mi mesa de desayuno. Y se han vuelto a la cama.
            Yo me he quedado en la cocina con mi taza de café y unas rebanadas de pan con tomate, acabando el libro y disfrutando de esos instantes de soledad antes de empezar el día, que hoy viene cargadito.
            Como no habéis sugerido ningún nombre para el mago ni apuntes acerca de su físico, voy a hacerlo yo. La verdad es que esta noche me ha vuelto a visitar en las pocas horas de sueño que he conseguido y le he preguntado a él directamente cómo se quería llamar. Tras descartar varias propuestas nos hemos decidido por Ignacio Ollate.
            Ignacio es un chico de 23 años con una infancia un tanto triste que guarda en su memoria, dentro de un baúl de los recuerdos ajado y cerrado con llave. En sus enormes ojos negros se leen las huellas de ese pasado que en algún momento de la historia deberá revelar y afrontar. Las largas y oscuras pestañas le confieren grandeza a esos ojazos que enseguida hechizan a Sara.
            Lleva el pelo cortado al cepillo para deshacerse de los rizos morones que antaño se ocupaban de atraer las miradas de las chicas. Su metro setenta y cinco de estatura no tiene ni un gramo de más. Ignacio es un hombre muy cuidadoso con su cuerpo, se pasa una hora diaria en el gimnasio ejercitando los músculos y cuida la dieta de una manera casi obsesiva.
            Descubrió sus dotes para la magia por casualidad y su facilidad para crear ilusión lo ha catapultado a la fama a una edad tan temprana. Debido a su situación familiar tuvo que dejar los estudios a los dieciséis años y buscarse un trabajo para ayudar en la economía familiar. Y el destino quiso que encontrara un puesto de camarero en el Museo de la Magia de Barcelona, un lugar donde actúan los mejores magos del mundo.
            Cuando sus deberes laborales se lo permitían, se escabullía a ver el espectáculo y se pasaba los días siguientes intentando descubrir los trucos. Se fue comprando pequeños artilugios en la tienda del museo y, con el paso de los meses, acabó por fabricarse él mismo muchos de ellos.
            Una tarde, cuando no había nadie en el escenario, decidió poner en práctica algunos de sus trucos de reciente creación. Tuvo la suerte de que un mago lo viera y fuera consciente del potencial de aquel chiquillo de dieciocho años. Manolo el magnífico lo acogió como pupilo y le enseñó todo lo que sabía.
            Cuando Sara lo vio por la televisión en un programa matinal, Ignacio ya se había hecho un nombre y actuaba solo. Por eso se atrevió a dar el paso, escaparse e ir al Museo de la Magia en su búsqueda.
            ¿Queréis aportar algo?
Safe Creative #1107109645886

7 comentarios:

Cartas y roturas

8:26 Pat Casalà 2 Comments

            Ayer hice algo insólito. Una de las cosas que más me relajan antes de empezar a escribir o a pulir con el ordenador es hacer un par de solitarios, unos de esos que casi nunca acabas, pero que consiguen despejar mi mente de una manera mágica. Si lo analizo es muy extraño que el simple hecho de ordenar las cartas me proporcione la tranquilidad suficiente para repasar la trama que voy a escribir o a enmendar, de manera que me va abstrayendo del presente hasta transportarme a la dimensión de los libros. Una vez entro en el Word y las palabras van cobrando vida, las cartas desaparecen y sólo me acompaña mi propia fantasía.
            Llevaba ya algunos días transgrediendo la prohibición explícita de tocar La Baraja, mi última novela. Sólo he pulido el primer capítulo para comprobar si las lecturas y los consejos han logrado penetrar suficiente en mi cabeza como para dar una visión más sosegada y entera de la abertura de la trama.
            El fin de semana lo repasé una y otra vez, en busca de nuevos fallos, de nuevas ideas, de nuevos matices para enriquecer la narración. Me lo leí hasta que ya no toqué ni una coma y estuve contenta con el resultado. Entonces lo copié en un archivo y me puse a pensar qué iba a hacer.
            El día de ayer fue un cúmulo de roturas. Primero el coche, que ya en La Cerdanya se quedó tirado y logramos encender con unas pinzas, decidió esperar a la grúa para responder. ¡Suerte que el mecánico de asistencia nos lo puso en marcha y llegamos al taller! Luego el ordenador grande de la casa, que se murió sin previo aviso. Parece ser que los ventiladores iban mal y se recalentaba (total, que nos tocó irnos a la calle Sepúlveda en busca de recambios y repararlo).
            Mientras esperábamos a la grúa hice un pacto conmigo misma (uno un tanto absurdo, la verdad): si lograba hacer un solitario de cada (juego a dos) a la primera, le mandaba el primer capítulo a mi agente. Como nunca lo consigo….
            ¿Os imagináis qué pasó? Pues sí, que los acabé los dos en un tiempo récord. Y luego aparecieron otra vez mis dos figuritas cuchicheantes en cada una de las orejas. Que si no debes, te aconsejó que esperaras. Que si está bien, las cartas han hablado y tú sabes que lo has mejorado. Que si te esperes. Que si no te esperes,…. ¡No paraban de marearme!
            Recibimos un mensaje de la grúa que nos avisaba de su llegada en media hora. Así que me decidí a ir a la biblioteca a por más lectura antes de tomar una decisión, pero cuando me estaba levantando del sofá para irme de casa actué sin previo aviso. Me volví a colocar apoyada contra el respaldo del sofá esquinero, con las piernas estiradas sobre una parte de la L, me coloqué de nuevo el portátil sobre el regazo, abrí el Outlook y lo mandé.
            ¡Ufffff! ¡Le hice caso a las cartas! Jajajaja, ¡parece que tanto escribir acerca de una baraja de Tarot se pega y he empezado a crear en ello! Bueno, en fin, que lo mandé. Pero no estoy nerviosa como otras veces ni expectante. Tras tantos días filosofeando y elucubrando sé que quiero mejorar, aprender todo lo necesario para escribir con un estilo interesante y, por primera vez en muuuuchos años, me da igual qué parará después. Si me dice que está mal, pues volveré a empezar y si está a la altura de sus expectativas, pues empezaré con el siguiente capítulo. Y así sucesivamente hasta terminar todo el manuscrito.
             ¡Ah! Para las que ayer comentasteis mi sueño os diré que vale, que Fiona y el mago no se alían, pero como mínimo lo ha de tentar y si él no acepta (cosa que en la trama ha de quedar ambigua para crear el suspense) ella deberá engatusar a alguien de su entorno para seguirles los pasos y conseguir una trama cargada de emoción. ¡Qué estamos hablando de una mujer lo suficientemente ambiciosa como para hacer creer a todo el mundo que su hijastra está loca! ¡Y la intenta drogar! ¡Y sólo quiere el dinero! ¿Por qué no le dais un nombre al mago? ¿Y una descripción? ¡Soy todo oídos!

Safe Creative #1107109645893

2 comentarios:

Un sueño

8:27 Pat Casalà 5 Comments

        ¡Hoy he tenido un sueño increíble! Me pasa muchas veces, en las épocas en que mantengo la creatividad apagada y no escribo. Es como si mi mente se resistiera a no seguir inventando y ya que no la pongo en funcionamiento durante el día, me bombardea con argumentos e historias mientras duermo. La verdad es que esto de la creatividad parece algo innato en mí, como una parte de mi propia esencia que se niega a desaparecer.
            He de decir que me ha encantado la idea. Era acerca de la vida de Sara, una joven cuya madrastra encierra en su mansión para descubrir el secreto que esconde. Cuando Jaime, su padre, murió se llevó a la tumba unos datos importantísimos acerca de cómo acceder a una parte de su fortuna personal escondida en un paraíso fiscal.
            Jaime se había quedado viudo y con una niña de cinco años y fue la presa ideal para Fiona, una cazafortunas con un cuerpo de escándalo. Durante los primeros años de matrimonio las cosas fueron fantásticas, Fiona deseaba que su marido la codeara con la alta sociedad, que la mimara, que la enseñara a comportarse.
Cuando Jaime enfermó de un cáncer de páncreas terminal, Fiona intentó por todos los medios sonsacarle la manera de hacerse cargo de todas sus finanzas, pero Jaime ya había descubierto la clase de persona con la que se había casado. Sara fue la única que lo veló cerca de la cama, la única que se pasó los días cerca de él, sin abandonarlo.
Tras la muerte de Jaime y la lectura del testamento que otorgaba toda la herencia a Sara, una joven de dieciocho años, Fiona inició su plan diabólico: hacer pasar a su hijastra por una persona enajenada para tomar ella misma el control del dinero. Así la encerró en la casa y consiguió su guarda y custodia legal.
Sara es una chica extremadamente inteligente. No se toma nunca las pastillas que su madrastra le deja para que se pase todo el día sedada, pero finge tomarlas. De esta manera puede espiar a Fiona, junto con el abogado y el médico que la ayudan, y saber en todo momento qué es lo que traman.
Durante los últimos tres años la han sometido a varios interrogatorios acerca del secreto de su padre, pero ella siempre ha contestado que no sabe de qué hablan. Fiona grabó todas las conversaciones de Sara con su padre en el lecho del moribundo y en ellas constató que no le había explicado nada, pero Sara es la única que pude conocer la verdad.
Al cumplir los veintidós años Sara ve a un mago actuar en la tele. Es un antiguo amor suyo del colegio, un chico del que estaba terriblemente enamorada por su bondad. El aislamiento al que la ha sometido su madrastra sólo le proporciona la posibilidad de ver la tele, pero mientras la casa duerme ella se escabulle al ordenador y reúne datos acerca del mago.
Un mes después desaparece de la mansión por unos pasadizos secretos que sólo ella conoce. Ha llegado la hora de emprender una aventura y rescatar la fortuna que su padre escondió. Ha encontrado a la persona que la va a ayudar.
Se presenta en el camerino del mago tras su última actuación y la chispa del amor entre ellos resurge. Ella le cuenta sus desventuras, todos los años de infelicidad, a la espera del momento idóneo para escaparse y de las fuerzas necesarias para lograrlo. Él le promete ayudarla en todo.
Fiona ha estado espiando a su hijastra el último mes. Conoce sus corredurías nocturnas y sospecha de ella, así que tras su desaparición contrata a un haker para buscar la información que ella ha consultado en la red en sus visitas nocturnas al ordenador. ¿La encontrará? ¿Logrará Sara escapar? ¿Tendrá el mago la bondad que Sara cree? ¿O se aliará con Fiona?
           Bueno, justo en este momento me he despertado y no sé cómo sigue. Lo dejo aquí escrito por si algún día decido darle forma de novela. ¿Qué os parece?
Safe Creative #1107239729500

5 comentarios:

Filosofando....

10:58 Pat Casalà 3 Comments

            Hoy me he despertado filosófica. Ha sido una de las pocas mañanas en las que la temperatura exterior a una hora tan temprana permitía que desayunara en el jardín, al aire libre, acompañada por los cantos de los pájaros y la quietud que se respira en este paraje.
            Mis pensamientos han ido analizando metódicamente la realidad que vengo contando en el blog desde hace días, buscando una razón a esa obsesión que lleva demasiados años anidando en mi interior y que a veces me nubla completamente la posibilidad de ver lo maravilloso que es perderse en mundos imaginarios y darles vida en un papel.
            Sentada en mi pequeño jardín, sobre la piedra que culmina en una zona verde, donde el césped se reúne con los setos que plantamos hace cuatro años, cuando eran muy poco densos, he ido escuchando a mi razón, aquella que muchas veces ha de luchar contra la intensidad de los sentimientos que la deja en la cuneta de la realidad, aparcándola.
            Desde pequeña me ha guiado la consecución de los retos que me he ido imponiendo a medida que alcanzaba los anteriores. Siempre he sido así, cuando quería algo lo daba todo por obtenerlo, batallaba con uñas y dientes hasta que mis pequeños sueños se cumplían.
            Uno de mis grandes retos era la escritura. Pero mi disortografía era un impedimento que en ese momento me parecía insalvable. Recuerdo las palabras de mis profesoras, la inseguridad que me producían esas faltas garrafales inundando las hojas, mi incapacidad de vencer esa dificultad y la falta de credibilidad en mis capacidades para atreverme a seguir adelante con mi vocación.
            Quizás esa absurda decisión de abandonar en la adolescencia, cunado estudié económicas en vez de una carrera de letras y acabé trabajando con mis padres, compaginando las tareas administrativas y contables de la empresa con la venta en las tiendas, fue la que me marcó, la que luego pesó y me indujo a crear una meta tan ambiciosa.
            Empecé a escribir cuando había conseguido estabilizar mi vida. Ya tenía dos hijos, una profesión, una casa y un matrimonio sólido, y me faltaba lo que nunca pude olvidar, sentarme a crear. Fue tan intenso el sentimiento que me inundaba cada vez que me sentaba y dejaba escapar todos aquellos años de represión, que jamás imaginé todo el tiempo y el esfuerzo necesario para llegar a algo que a mí me parecía la simple conclusión a los escritos.
            Mis estudios previos de ortografía, empapándome con todas las normas, creando una carpeta en el ordenador donde consultar cualquier posible desliz, utilizando el corrector del Word para comprobar mis avances, intentando deshacerme del yugo del pasado, marcaron un inicio intenso.
            Lo cierto es que al escribir una novela, mientras me documento y creo, me siento total y absolutamente inmersa en esas otras realidades y puedo vivir las vidas de otros, sentir sus miedos, sus maldades, sus angustias, puedo buscar la atmosfera adecuada a cada situación y tejer con la mente un  ambiente idóneo que veo como si estuviera dentro de él.
            Sé que no he logrado llegar donde debería, que me queda mucho por aprender, que quizás nunca llegue a alcanzar la técnica suficiente para que las novelas sean editadas. Pero también sé que no existe ninguna otra cosa en el mundo capaz de llenarme como la escritura, así que voy a intentar que este razonamiento esté siempre presente a la hora de seguir adelante y que me ayude a espantar la obsesión que albergan mis sentimientos, una meta que en el fondo sigo deseando, pero que se va ajando con el paso de los días.

3 comentarios:

Cuarta lectura

10:38 Pat Casalà 2 Comments

            Hace un día radiante, el dominio del sol sobre el cielo de un azul tan nítido que nada empaña su soberanía presagia unas horas diurnas calurosas, agradables y con el silencio embriagador del verano únicamente ensordecido por los gritos de júbilo de los niños y el canto de los pájaros que ahora me acompañan en mi tarea de teclear frente al portátil.
            La montaña es un lugar precioso en esta época del año. A través de la ventana de mi cuarto, donde me he estirado a preparar el post que colgaré cuando pueda salir a buscar cobertera con mi USB, diviso un trocito de monte, bañado por los rayos de luz del astro que ilumina nuestro devenir el la Tierra y nos proporciona la energía necesaria para vivir. No es una vista espectacular, pero me hace feliz. 
            Ayer terminé el cuarto de los libros de aquella lista inacabable que recibí. Lo hice en el pequeño jardín de mi casa de la montaña, estirada en la hamaca naranja, permitiendo que la mordedura del sol acariciara mi piel y la bronceara lentamente, con armonía. No me gustó el argumento del libro y me costó un gran esfuerzo no abandonar a la mitad una tarea que me parecía salomónica. Aunque he de reconocer que los personajes toman una fuerza inusitada a través de las páginas que los delinean con una perfección casi total. Pero a mí, lectora de intrigas, de misterios, de asesinatos, de trasfondos esotéricos y perseguidora de la acción entre las palabras que llenan la blancura del papel, me pareció un libro sin substancia, una historia que lo único que aporta es la visión de esos personajes entrañables que te acompañan desde el inicio de la novela.
            Cuando terminé decidí volver a transgredir las normas y retomar la corrección del primer capítulo de La Baraja. Tras cuatro libros de un estilo completamente distinto al mío y mi promesa interior de proseguir con ese Máster en literatura que se me ha propuesto, me senté en mi sillón favorito, junto a la chimenea moderna y limpia, y abrí el ordenador para aplicar las ideas que mi mente había ido madurando estas últimas semanas.
            Estoy satisfecha con el resultado, emocionada con la capacidad que he ido adquiriendo de abstraerme de mi propio trabajo y mirarlo de manera crítica, con los ojos agudizados y los sentidos alerta para buscar los fallos y rellenar las lagunas de la narración. No me gustaría pecar de soberbia, así que no voy a afirmar que esté perfecto, pero yo me siento feliz con el trabajo realizado y creo que he logrado alcanzar un grado de mejora notable.
            He decidido alternar la lectura con la reescritura con la misma actitud que he encarado el primer capítulo. Por primera vez en muchos años he conseguido que el deseo de alcanzar un sueño no me nuble la razón y me impida ver lo que le faltaba al capítulo. Ayer os comenté que empezaba a rebajar esa obsesión que me ha empujado los últimos años. La verdad es que ahora veo las cosas desde otro cáliz, uno que me muestra una nueva realidad, una nueva visión del futuro, que considera la posibilidad de no llegar nunca a las librerías. Y aún así sé que deseo continuar escribiendo, creando, moldeando los mundos paralelos que moran en mi interior, emborronando la página del Word con palabras y frases que compongan párrafos con sentido.
            ¡Un beso!   

2 comentarios:

El baúl de los recuerdos

10:04 Pat Casalà 3 Comments

          Hoy llevo un rato reflexionando acerca de lo mucho que me está aportando esta experiencia irrepetible de compartir con la blogosfera sentimientos, anécdotas e impresiones. Durante años había intentado escribir acerca de mis propias vivencias, empezar el relato de una de las novelas a partir de los muchos momentos que conforman mi vida, pero siempre topaba con un impedimento insalvable, algo que me detenía y bloqueaba sin piedad la inspiración que me ha acompañado a la hora de narrar las aventuras de mis personajes.
            Todos tenemos un baúl lleno de recuerdos e instantes que han marcado nuestras vidas. Si nos proponemos la tarea de sacar el polvo a la tapa de madera un tanto descolorida por el paso de los años, metemos la llave oxidada en la cerradura que presenta una falta de engranaje notable y la abrimos escuchando los chirridos de los goznes corroídos por la intemperie, podemos maravillarnos con la cantidad de instantes que ese baúl almacenado en la memoria nos aporta.
            No es que mi vida sea de novela, es que el baúl de cada persona es capaz de contener miles de experiencias vitales que podrían conformar las páginas de varias novelas, todas ellas ricas en sensaciones, personajes, momentos e intrigas. La chispa vital de nuestras decisiones se extrae siempre de toda una serie de vivencias que nos han formado con opiniones a través de pequeñas escenas, de pequeños instantes, de minúsculos detalles que siguen dentro de ese baúl un tanto ajado por el desuso.
            Desde que empecé el blog las entradas han ido avanzando y madurando, como si hubieran empezado siendo un proyecto embrionario que anidaba en mi interior para  traspasar las etapas de la infancia y la adolescencia con una tendencia a desnudar parte de mi alma. He salvado el escollo que me retenía a la hora de plasmar algo mío, algo real, algo que estuviera en mi propio baúl.
            Empecé con una parte de inseguridad, con angustia, con la sensación de que no sería capaz de encontrar las palabras para llenar los posts diarios, pero con una determinación voraz, con la tenacidad que siempre me ha acompañado. A través de los escritos he ido mirando en el interior del baúl, engrasando la cerradura y los goznes, lijando la madera para empezar a pintarla a brochazos de intensos colores y repasando muchos sentimientos que permanecían inertes en el fondo.
            Gracias a los comentarios que muchos de vosotros me habéis dejado he buscado cada uno de los instantes maravillosos que me han llevado a este ahora y también he repasado con vehemencia esa obsesión que me acompaña desde hace años, ese anhelo de llegar a publicar como un motor intrínseco a mis adelantos, esa sensación de que si no araño la posibilidad de llegar a una meta ambiciosa, marcada en la niñez, voy a caer en un pozo negro y profundo que engullirá parte de mi energía.
            La conclusión de todas estas palabras y frases que han empañado el folio de la pantalla es simple: creo que con un poco de esfuerzo puedo diluir entre otras ilusiones la obsesión de conseguir algo que de momento queda fuera de mi alcance y seguir adelante con mi deseo de escribir y compartir, de releer las novelas, de crear unas nuevas, de no caer en la tentación de volver a desmoronarme y, sobre todo, de seguir rebuscando en mi baúl de los recuerdos.
            ¡Pasad un buen día!!!! 

            

3 comentarios:

San Juan

8:11 Pat Casalà 6 Comments

            ¡Ayer hice campana! Una de aquellas que todos hemos hecho alguna vez en la universidad, con alevosía y premeditación. ¡Y que bien sienta a veces! Dejé los libros a un lado y me concentré en las mil tareas que el calendario se empeñó en juntar el mismo día: mi hijo mayor que volvía de tres días de colonias, el último día de cole, la merendola con la clase de la niña (que al ser delegada de curso me toca prepararla a mí, junto a la delegada de la otra clase), la entrega del regalo a las profes de 5to (las de la niña), el trabajo (¡Uf! Una pasada de trabajo) y para rematar, mi clase de baile, a la que no renuncio por nada del mundo (es el mejor método antiestrés que conozco).
            Y hoy creo que como no encuentre algún truco para alargar las horas del día voy a ir por el mismo camino. ¡San Juan! Me encanta esta noche mágica en la que las brujas solían reunirse en los aquelarres y encender una hoguera. Es un día purificador, la noche más corta del año, el momento en el que debes dejar atrás todos los malos rollos y abrir los ojos a la ilusión.
            Lo único malo son los atronadores petardos, que mis hijos ya están deseando lanzar sin piedad. A mí nunca me ha gustado eso del ruido y la pólvora, pero he de confesar que me chiflan los fuegos artificiales.
            Os debo agradecer, de todo corazón, que sigáis leyendo estas crónicas un tanto irregulares que voy dejando impresas en este trocito de mundo. ¡Ayer llegué a las 2.000 visitas! Os prometo que eso me llena de ilusión. Cuando empecé dudaba de la cantidad de gente que pudiera interesarse por algo tan trivial como mis entradas. Llevaba mucho tiempo madurando la idea en la cabeza, pero siempre me detenía a la hora de llevarla a la práctica. Las dudas me ametrallaban las ideas: ¿qué voy a contar? ¿Podré encontrar algo que decir cada día? ¿Habrá alguien que me lea? ¿Vale la pena? ¿Lo haré bien?.... ¡Había miles de interrogantes que se empeñaban en colarse por mi determinación y hacerla flaquear!
            El balance de estos casi tres meses en el blog es súper positivo para mí. Me encanta tener algún que otro comentario y ver cómo escala el contador de visitas. ¡Espero que para vosotros también lo sea! Como mínimo, lo que realmente me gustaría es que las entradas os gusten y que las encontréis algo interesantes. A mí con unas cuantas visitas al día me basta.
            Esta experiencia me ha servido para acercarme a gente que ni me imaginaba que estaba ahí. He recibido mails y llamadas, comentarios en el Facebook y el interés de algunas personas que me han parecido fantásticas. ¡Espero haber correspondido a vuestro afecto como os merecéis!
            ¡Os deseo a tod@s una noche mágica!

6 comentarios:

Deberes

8:01 Pat Casalà 2 Comments

            ¡Voy adelantado con mis deberes! Ayer me leí un libro entero (aunque no os asustéis, sólo tenía 94 páginas) y 75 de uno nuevo. He de decir que a medida que avanzo en la lectura escucho los molestos comentarios de mi ángel y mi demonio particular pegados a cada una de mis orejas. Que si yo nunca escribiré así, que si debo saltarme todas las descripciones, que si me sirve seguro, que si debo dejarlo, que si El Cuento Número trece tenía una gran historia, que si El Baile era previsivo, que si El Arrecife tiene demasiada descripción, pero unos personajes muy bien definidos,…. ¡Uf! ¡Esta cabeza mía no para de dar vueltas y más vueltas!
            Lo que tengo clarísimo es que los ochenta libros no me los voy a leer. En general no son el estilo de libros que me gustan y, tal como decía el anónimo no identificado, leer por obligación se hace tedioso y difícil. Así que veremos qué sucede en el futuro, si sigo adelante con la tarea o me planto y busco una alternativa.
            Tal como me habíais sugerido muchos de vosotros he rebuscado en mi interior el origen de mi interés literario, he revivido la ilusión, la magia, los sentimientos que afloraban al leer, al contar historias, al escribir sobre aquella roca de Calella de Palafrugell donde Marta Noguera empieza su historia. He vuelto a leer algunos de mis cuadernos, aquellos que se salvaron a la destrucción cuando, tras tantos y tantos años de escuchar a las profesoras asegurar que lo mío eran los números y no las letras, me rendí. He redescubierto los temas que me impactaban, las ilusiones que guiaban mi instinto e iban creando un deseo implacable en mi interior.
            La mayoría de las poesías que atesoran mis dos cuadernos Enri con las tapas rojo quemado, espiral de alambre y hojas amarillentas por el paso de los años,  hablan del amor, la muerte, Ónixon (mi mundo interior), y la oscuridad y la luz que anidaban en mi interior. Una de las libretas está fechada: cursos 1986.87 (1ro de BUP), 1987.88 (2do BUP) y 1988-89 (3ro de BUP). La otra no tiene fechas, pero debía de ser de la misma época.
            Recuerdo también la primera parte de una poesía que no he encontrado en las libretas (era en catalán, pero la traduzco): “Aquí, sentada en una roca/mientras la blanca espuma del mar me moja la cara/ escribo por el placer de escribir/ invento entre las olas, imagino otros mundos, cabalgo entre el océano”. ¡Aquel día debía estar inspirada porque estas frases las he recordado intactas desde entonces!
            Pues bien, ya veis que estos deberes, los de encontrar el sentimiento primario que me unía a escribir ya están concluidos, y con nota. He dejado impreso en los últimos posts todo lo positivo de mis recuerdos y me he callado todo lo negativo, ahondando únicamente en las emociones que emergían en mi interior cuando deseaba ser escritora.
            Pero ahora mi mente analítica desea intervenir. Si bien es cierto que no puedo evocar una sola época de mi vida sin libros, letras o escritos, también es hora de recordar que por mucho que me he esforzado mi escalera sigue siendo alta y escarpada, se enfila hacia una cima que las nubes borrascosas desdibujan. Por lo tanto intentaré tener siempre presente mi pasado, las emociones, los sueños y, sobre todo, todas aquellas historias que me inventaba en soledad y llenaban mi mundo paralelo. Y, sobre todo, intentaré no desfallecer.

2 comentarios:

Lecturas

8:03 Pat Casalà 4 Comments

            Siempre os hablo de mi pasión por contar historias, de la energía positiva que me proporciona imaginar, sentir, emocionarme con las vidas de otros. De pequeña era mi evasión, mi forma de olvidarme de aquellas cosas cotidianas que me ponían nerviosa, como si al desplazar mi mente a otro lugar pudieran desaparecer.
            Paralelamente a mi tendencia a narrar, ¡los que me conocen dicen que hablo mucho!, desde que aprendí a descifrar las letras y las frases me apasiona leer. Mientras me sumerjo en las páginas de otros libros sufro la misma conexión con los mundos paralelos que cuando creo. Por eso no me gustan las descripciones, porque yo le doy vida a mi manera a lo que las frases del autor construyen.
            Empecé a leer de manera voraz en un hospital, a los siete años recién cumplidos. Recuerdo poco de aquella extraña enfermedad que me dejó postrada en una cama durante un mes con una fiebre altísima y toda la parte derecha del cuerpo inmovilizada. Sólo conservo algunas imágenes de cuando me sumergían en una bañera de agua fría para bajar la fiebre, de las reuniones de varias cabezas de médicos alrededor de mi cama, de las inyecciones diarias de penicilina y de mis libros.
            ¡Y esta vez no os estoy contando una historia! Fue real, tuve algo llamado la Fiebre Q y salí en los libros de medicina como la primera paciente en España que padeció esta fiebre tropical. Durante el mes que estuve en el hospital los médicos intentaron descubrir a qué se enfrentaban, pero ninguna de las enfermedades conocidas cuadraba con los síntomas. Me hinchaban a penicilina por si acaso y estudiaban otras opciones. Casi al final, cuando las fiebres fueron remitiendo, enviaron una muestra de mi sangre a Suiza a la OMS (Organización mundial de la salud) y un mes después de estar restablecida consiguieron el diagnóstico real de lo que me había sucedido. ¡Al final resultó que me había picado un mosquito que de alguna manera se las había arreglado para viajar hasta España!
            Pues bien, ese mes y pico que estuve en el hospital empecé a leer de manera un tanto obsesiva. ¿Os podéis imaginar el efecto de estar en cama en una niña tan movidita como yo? ¡Por muy mal que me encontrara me era dificilísimo estarme quieta! Así que mi padre, una persona que ha influido mucho en mi vida, me compró el primer libro de una colección que no logro recordar. Y lo devoré en poco tiempo. Entonces me compro el siguiente, y el siguiente, y así hasta acabar con todos los números.
            Cuando llegué a casa no dejé esa nueva y emocionante afición, ¡Era genial ver que había otras personas con mi misma imaginación! Empecé a buscar colecciones de libros que llamaran mi atención: Puk, Torres de Malory, Los Cinco, Los Siete Secretos…. A toda esa pasión por devorar libros (porque los devoraba de manera literal) se sumó otra que todavía me acompaña: la de ver series de televisión y extraer de ahí nuevas tramas para mi propio mundo interior.
            Al alcanzar la adolescencia empecé a leer toda la colección de libros que atesoraba mi abuela en la extensa librería de su casa. En su mayoría eran historias de amor. Así me pasé varios años, leyendo a Danielle Steel, Barabara Wood, Victoria Holt,… ¡No os podéis imaginar que ideas románticas poseían mis propias historias nocturnas!
            Debía tener unos dieciséis años cuando mi padre apareció en casa con un libro que había sido un gran bombazo editorial: El Ocho. Me lo regaló con mucha ilusión y yo le correspondí leyéndomelo de un tirón, sin casi comer ni dormir, enganchada a las desventuras de las protagonistas, descubriendo un nuevo mundo literario que me abría las puertas a muchas posibilidades.
            Le siguieron las colecciones de Ken Follet, John Grisham, Patricia Cornwell, Michael Crichton,…. Novela negra, temas esotéricos, enigmas sin resolver, crímenes, amor, odio,… Me recorría entonces las paraditas de libros de segunda mano para encontrar lo que yo llamaba tesoros. Y leía sin parar.

4 comentarios:

La conexión

7:42 Pat Casalà 6 Comments

            He acabado el segundo libro de la lista en 48 horas. Me ha gustado mucho más que el primero, aunque leerme todas y cada una de las descripciones me ha costado lo suyo. ¡Hay muchas! Se llama El Cuento Número Trece y es una primera novela de la autora Diane Setterfield. Hoy tengo pensado ir a la biblioteca a por otro, ¡Es que me quedan 73! El otro día los conté y la lista reveló que en sus fauces se asentaban 80 libros pendientes de lectura. Yo me había leído cinco, más los dos de ahora… ¡Quizás en un año acabe con la tarea!
            En cuanto a las novelas, he transgredido las normas expresas que se me habían dado y le he dado diez vueltas al primer capítulo de La Baraja. ¡Necesitaba poner a prueba algunos cambios que mi mente fue perfilando con la lectura! Pero ahora lo voy a dejar reposar unos días, a ver si cuando lo vuelva a leer me quedo con la nueva versión, con la antigua o con otra.
            Ayer os conté mis inicios, aquellos en los que la necesidad de narrar historias copaban mi ilusión y me llenaban de pleno. Me quedé en la obra de las amapolas, aquella que la profesora me corrigió con paciencia y los niños de mi clase representaron ante el colegio. ¡Yo hice de ángel! De eso me acuerdo.
            A partir de ahí seguí contando con pelos y señales los sucesos de mi día a quien quisiera escucharlos, endulzándolos con detalles de mi propia cosecha, inventando un pasado para los personajes ajenos a mi devenir, cambiando mi expresión al son de lo vivido, dándole un tono gracioso, terrible, agrio,…
            Volví a intentar poner por escrito algún que otro relato de aquellos mundos imaginarios que se negaban a desprenderse de mí. Pero los intentos fueron mal acogidos por profesores que nunca se fijaron en el contenido, embadurnado por el rojo de las faltas. Y eso me hizo desistir de la tarea de escribirlos. Y mi lengua, ya de por sí suelta, empezó a crecer en número de narraciones.
            Ya he explicado en ocasiones mi tendencia a dormirme contándome una historia, y a retomarla cuando abría los ojos por la mañana. Lo que no os he transmitido es mi conexión con esas historias, mi capacidad para sentirlas, para traspasar las fronteras de ambos mundos y ser durante unas horas otra persona sin levantarme del sofá.
            Esa era la manera en la que pasaba las horas cuando estaba viendo una obra de teatro que no me gustaba o escuchando una música que no me llenaba o en el autocar de regreso a casa o en un momento en el que debía esperar con paciencia sentada en algún lugar.
            Antes de lanzarme a poner por escrito las historias, pasé años relatándolas de viva voz o para mí, con una ilusión inmensa, internándome en sus tramas con una sensación de hormigueo recorriendo mi piel, siempre con la conexión que me unía a ellas inalterable, firme, estable.
            ¡A ver si recupero esa conexión!

6 comentarios:

Después de la tormenta viene la calma

9:11 Pat Casalà 4 Comments

         ¡Y si no que se lo digan a mi amiga de  Orlando, que ayer pasó por un tornado! A mí las gotas de lluvia, el granizo, las ráfagas de viento y el cielo encapotado me zarandearon durante algunas horas. A veces me veo sobre un acantilado, mirando al mar donde mis letras danzan sin cesar y me digo a mí misma que ahí es donde debe estar el ordenador que alberga las novelas, entre las fauces del océano, lejos de mi alcance. ¡Por suerte esos momentos duran poco! Y luego vuelvo a estar en mi casa, con los míos, viendo el baso medio lleno.
            De todas maneras, yo misma me permito esos devaneos puntuales, porque después resurge parte de aquella energía que forma parte de mí. Esa que a veces tacho de hiperactividad o ansiedad. En realidad es una forma de encarar los retos, de autoexigirme conseguir todo lo que me propongo y de trazar una línea recta hacia una meta, trabajando sin descanso y siempre con ilusión y mucho tesón.
            Todos los comentarios apuntan en una dirección: la búsqueda del origen, del sentimiento primario, de lo que me introdujo en la escritura. Y he seguido ese consejo a rajatabla. Ayer me estiré en la cama, cerré la luz y volví la mente atrás, rebobinando mis recuerdos para evocar un principio.
            Descubrí lo que ya sabía, que yo relato desde que tengo uso de razón. La imaginación y la fantasía siempre me han acompañado, han sido parte de mi esencia. De muy pequeña, cuando las historias aparecían era incapaz de discernir su contexto de invención, me recuerdo con la mirada perdida, conectando con esos mundos paralelos que me llenaban la cabeza, sintiendo las emociones de otras personas, de otros lugares.
            Cuando supe distinguir la diferencia me pasaba horas y horas conectando con esa otra dimensión que coexistía en mí. Me desplazaba en cualquier momento al lugar al que deseaba estar y convivía con mi otro yo, aportándole colorido, palabras, momentos. Eso me creó algún que otro problemilla con las personas que estaban a mi alrededor, pero nunca renuncié a ello.
            Durante la infancia empecé a narrar los sucesos del día de viva voz, permitiendo que los detalles se colaran por los recovecos de las expresiones, del cambio de tono, de mis gestos. Cada día buscaba sucesos que llamaran mi atención. Los observaba, los sentía y luego los reproducía entre palabras cargadas de emoción.
            Fue durante esa época que decidí un día lanzarme a escribir una obra de teatro. Era un día de junio, lo recuerdo bien porque mi cumpleaños estaba cerca. Hacía quinto, estaba en la clase que daba al despacho de la directora y tenía una profesora de cuyo nombre no logro acordarme. Pero recuerdo el aula, en el primer piso de la casa grande que conformaba el colegio, con unos grandes ventanales que irradiaban la luz del mediodía, la pizarra verde al fondo y todos sentados ante los pupitres formando renglones. Ese era el año que habían permitido a todos los niños empezar a escribir con bolígrafo y a mí me lo habían prohibido, mi letra indescifrable y mis múltiples faltas me impedían avanzar en eso.
            El fin de semana se presentaba caluroso. Cargamos nuestros bártulos en el coche y nos fuimos a Calella, al apartamento que mis padres tenían allí. Por la mañana del sábado nos levantamos temprano y pasamos las horas en la playa, donde yo siempre me he sentido feliz acompañada por el sol, el agua y el silencio embriagador del verano. Por la tarde me subí a mi bicicleta y me fui pedaleando al bosque cercano a los apartamentos, pasada la bolera, donde estaba mi rincón favorito. Allí había una basta extensión de campo que se llenaba de amapolas en esa época y creaba un manto rojo carmín que me atraía como un imán.
            Lo contemplaba siempre desde un pequeño montículo donde imaginaba miles de historias. Y allí, con la libreta en mano, escribí mi primer relato. No soy capaz de recordar con exactitud su contenido, sólo partes sueltas e inconexas. Una niña que se dormía entre las amapolas, un ángel que aparecía, algo de sueños,… El lunes le presenté el cuaderno a mi profesora y ella me lo corrigió, me alabó y lo hizo representar delante de todo el colegio. ¡La historia era buena!
            Chicos, mañana más, ¡que es demasiado largo!!!!

4 comentarios:

¡Buenos días a tod@s!

9:20 Pat Casalà 10 Comments


          Ayer me derrumbé, lo siento. Todo el mundo tiene días negativos y yo, como últimamente parezco montada en una montaña rusa de emociones, caigo en picado tras algunas subidas. Gran consejo el de mi nuevo anónimo no identificado, tiene más razón que un sabio, he de encontrar la manera de volver a disfrutar con lo que hago, aunque me está costando demasiado encontrarla.
            Últimamente es como si estuviera dentro de una de aquellas escenas en las que un personaje tiene al diablo en una oreja y a un ángel en la otra. Cada uno de los bandos de mi razón intentan convencerme de algo y mi cabeza acaba mareándose y perdiéndose entre ideas confusas. Y sí, es verdad, de mis palabras se extrae la ansiedad. Pero anónimo, todo y que tienes razón, te diré que yo nací estresada, que soy así en todo y que como no encuentre un hipnotizador que me anule esa realidad del cerebro o un lama que me enseñe relajación, o algo parecido, pues vamos, que tendré que aguantarme con la personalidad que me ha tocado.
            Anxana-María, he seguido tu consejo y he removido mis recuerdos en busca de la sensación del principio, de aquellas cosquillas en el estómago cuando aparecía una idea, de la ilusión que sentía al teclear, de la inmensa energía que exudaba mi imaginación al dar vida a esos mundos paralelos. ¡Era increíble! Pero el problema es que aquello iba acompañado de ingenuidad y muchos sueños reprimidos durante la niñez, cuando me decían que era imposible que lo lograra, que jamás sería capaz de escribir bien.
            La imaginación ha sido mi refugio durante años. Cuando era pequeña y no escribía más que en secreto me iba a dormir cada noche con mis historias danzando en la cabeza, creciendo, tomando forma. ¡Había tantas! Incluso cuando me despertaba temprano me hacía la remolona en la cama para poder dar fin al relato que se me había ocurrido en sueños o la noche anterior, antes de caer entre los brazos de Morfeo.
            Otro dato que revelaba mi incipiente intención de pasarme la vida entre novelas era mi tendencia a relatar todo cuanto me había pasado en el día sacándole punta, buscando una visión más extensa de lo que había sucedido en realidad, pensando por otras personas, creando su contexto imaginario. ¡Y se me daba bien! ¡Y disfrutaba con ello!
            Cuando hablo de frustración no es por no publicar, o no es eso exactamente. Es por saber que no estoy a la altura para lograrlo, que a pesar de haber pasado muchos años de mi vida intentándolo, todavía no he llegado a dominar la escritura como debería y entonces mi cabeza (que ya he dicho en varias ocasiones que piensa demasiado) se percata de la posibilidad de no conseguirlo, de no avanzar, de quedarse estancada siempre en los mismos errores.
            Como dice mi hermana, la esperanza es lo último que se pierde, así que os emplazo para que me deis un toque de atención cada vez que se me vaya la mano con los posts. Que como dice Bego, yo siempre he sido positiva y la verdad, no vale pasarse la vida lamentándose, sino más bien hay que mirar hacia adelante. ¡Qué la vida son dos días y hay que disfrutarla!
            La verdad es que ayer por la tarde, después de leer tres veces el consejo de mi nuevo anónimo, se me pasó por la cabeza borrar todo lo que había escrito ese día. Me fui a mi clase de baile dudando si debía deshacerme de la entrada o no. Pero ahí, entre pasos y música, decidí que más vale hacer frente a las cosas y no escapar de ellas, así que lo voy a dejar como prueba de lo que no puede volver a pasarme. ¡Y a partir de ahora optimismo, lo prometo! ¡Y gracias a Javier por su comentario! ¡Prometo no dejarlo!!!! ¡Y si A. dice que todo se puede lograr, pues allá vamos!
           ¡Pasad un buen día!



10 comentarios:

¿A quién quiero engañar?

8:02 Pat Casalà 12 Comments

           La verdad es que a medida que me voy sumergiendo en las lecturas recomendadas para mejorar mis escritos me voy hundiendo más. ¡Yo no sé escribir así! Mi estilo es otro más directo, más incisivo y más movido. Y, leer lo que se supone que tengo que conseguir, me destapa la frustración que llevo acunando estos últimos ocho meses.
            Recuerdo la primera vez que fui a la agencia, cuando todavía pensaba que todo era posible y que lo que yo hacía era algo valioso. Recuerdo incluso cómo iba vestida, con mi querida falda marrón que mezcla los topos con el dibujo de flores, el top a conjunto y una chaquetilla blanca de punto. Fue el 30 de mayo de 2007, a las 15 horas. ¡Estaba tan nerviosa! Me temblaba el labio inferior y tenía los ojos casi anegados en las lágrimas que no cejaban en el empeño de humedecerlos. Mi estómago era como un revoltijo de angustias y anhelos, convertidas en un nudo enorme que se asentaba en el vientre y casi no me dejaba ni respirar.
            Llegué a la puerta y necesité una gran dosis de autocontrol para rebajar aquellas cosquillas inquietantes que me recorrían el interior y despertaban una ansiedad sin precedentes. ¡Iba a entrar en una de las mejores agencias de Barcelona! ¡Iba a conocer a una agente! Y, en mi mente hiperactiva y fantasiosa, los castillos se fueron construyendo en décimas de segundo, presentando un panorama increíble y perfecto.
            Iba cargada con mis desvelos, con mis historias, con mis ilusiones. Había vaciado esa maleta de inseguridades que me había proporcionado mi disortografía, como si todo se hubiera evaporado y, finalmente, fuera a llegar al lugar soñado. Estuve una hora en un despacho. Hacía calor. Las palabras me llegaron un tanto entrecortadas al principio, mi cerero las procesaba a trompicones mientras se iba deshaciendo de los nervios que lo llenaban con miles de preguntas y retazos de ideas que se colapsaban antes de salir. Poco a poco fui entrando en la conversación, escuchando los consejos, acatando la realidad.
            Al cabo de una hora regresé a la calle con las frases danzando en mi cabeza. Tenía buenas historias, sabía crear suspense, podía llegar algún día, pero debía trabajar, aprender, pulir, releer, trabajar los manuscritos. En ese momento, mientras caminaba por la calle hacia la moto, me ponía el casco y enfilaba hacia mi casa, me saltaron algunas de las lágrimas que se habían mantenido almacenadas en mis ojos durante toda la conversación. ¡Tenía tanto trabajo por delante!
            Me puse enseguida, con ilusión y mucha decisión, sin reparar en recursos ni en intenciones. Me leí miles de libros y subrayé las frases que me llamaban más la atención. Me volví a leer cada uno de los míos, les di una vuelta, dos, tres. Para mejorar los diálogos gravé conversaciones y las analicé como si fuera un cirujano en plena operación. Incluso llegué a contratar a un profesor, Pepe, quien me ayudó a acabar de pulir una de las novelas.
            Ahora he perdido el fuelle que me empujaba, se ha diluido en las frases escuchadas, porque me encuentro en el mismo lugar que entonces, al principio, otra vez con mucho trabajo por delante. Y ahora, a diferencia de hace cuatro años, ya no tengo esa ilusión, más bien se ha convertido en frustración, en una sensación que me ahoga y no me deja vivir tranquila.
            Así que, ¿a quién quiero engañar cuando escribo que no me rendiré? 

12 comentarios:

La escalera

8:13 Pat Casalà 6 Comments

            Cada mañana, tras desayunar, me meto en la ducha cavilando acerca de qué voy a escribir. ¡Ya os le he contado todo! Las sinopsis, las ideas, los personajes, mis inicios,…. ¡Si hasta os he hecho alguna que otra crónica acerca de mi día a día! Así que a veces me da pánico el folio en blanco que se abre en el Word y no tengo ni idea de qué escribir.
            Empecé el blog con ilusión. Llevaba unos meses total y absolutamente desesperanzada y me había planteado tirar la toalla, lanzar el ordenador al mar y olvidarme de todas las novelas que acumulaban polvo en su interior. Estaba muy cansada de esperar, de sentarme frente al mail y pedirle que me llegara un correo interesante, de que el teléfono echara raíces en mis manos, siempre a la expectativa de esa llamada que no llegaba.
            Y empezar el blog fue mi manera de no perder la costumbre de teclear, mi forma de ordenar tantos y tantos años de esfuerzo en un mundo de frases y párrafos, como si las palabras necesarias para dar sentido a mi devenir hubieran formado parte de mí durante todo este tiempo y se hubieran desperdigado por mi cerebro en forma de sopa de letras.
            Entre palabras, letras y párrafos he ido recomponiendo mis sentimientos, mis frustraciones y mis alegrías. ¡Parece que ha pasado un siglo desde que empecé! Me ha servido para darme cuenta de que aunque sea tarde, aunque el final esté deslucido y opaco, debo continuar. Quizás he de aprender a relajar las expectativas, a frenar mis ansias de llegar a una meta que de momento está fuera de mi alcance y, sobre todo, a disfrutar de cada uno de los momentos que paso frente al ordenador.
            El primer escalón hacia el cambio fue atreverme a dejar leer las novelas, aunque el miedo a no gustar sigue impreso en mí y el deseo intrínseco a ilusionar a quien se pierde entre las letras de mi manuscrito me alcanza. El segundo fue frenar mi ímpetu y dejar Oros a medias, sin imponerme el seguir cada día.
            El tercero ha sido empezar a leer uno de libros que me aconsejaron, uno difícil para mí, pausado, lleno de descripciones y alegorías, de pequeñas pinceladas que pintan un mundo amplio y que insinúan muchas verdades ocultas. Y, aunque he de confesar que me ha costado un mundo leerlo, lo he logrado.
            Ahora debo ver cuántos escalones más hay para llegar a la cima. De momento he empezado con el cuarto: me he releído toda La Baraja en busca de las indicaciones que se me dieron, y creo que he encontrado la esencia de esas indicaciones. Después he madurado lentamente qué debo hacer para mejorar.
            Y ahí va el quinto: Darle vueltas a cada uno de los capítulos por separado, llenarlos de vitalidad y de descripciones, permitir el espacio a cada uno de los componentes del guión para que se expresen y crezcan y lograr un manuscrito digno de llegar a todo el mundo.
            ¡Espero lograrlo!

6 comentarios:

Esperando.....

8:06 Pat Casalà 6 Comments

            
            Durante más de ocho años he trabajado con ahínco y mucha ilusión para tirar adelante un proyecto con el que he soñado desde que tengo uso de razón. He invertido tiempo, ganas, emoción y muchas horas de sueño. Escribir siempre me ha proporcionado una sensación de plenitud que nada más puede aportarme.
            Siempre me pongo retos y metas, siempre lo doy todo por alcanzarlas y siempre llego a ellas sin escatimar en esfuerzos. Pero el reto de compartir los escritos con lectores se ha diluido en el tiempo sin definirse. Es como si estuviera en un limbo atemporal que no marca ni la consecución ni el momento propicio para ello.
            Quizás mi error fue ilusionarme tanto con el fin y no poner más serenidad en el camino. ¡Eso se debe a mi propia manera de ser! Soy impetuosa, impaciente y nerviosa. Y jamás pensé que necesitara tanto esfuerzo para lograr algo.
            Mis palabras no quieren decir que esté desanimada. Voy a seguir adelante, aunque con la realidad clara. Ahora sé que debo recorrer el sendero con pasos lentos y pausados, disfrutando del paisaje, saboreando los olores, los silencios, los ruidos y  todo cuando envuelve al proceso creativo.
            Este fin de semana, al leerme la última novela con aire crítico, he captado la esencia de lo que me comentó mi agente y creo que he vislumbrado algo de luz, una manera de remendar ese anhelo que exuda de las páginas y que me caracteriza. ¡Así que ya tengo las bases por donde atacar el pulido!
            Dejar leer mis manuscritos a otras personas es una experiencia que me crea reacciones ambiguas. Por un lado está la impaciencia de conocer la opinión ajena, es como si estuviera en lo alto de un acantilado y sintiera el vértigo del salto al vacío mientras me pregunto si en lo que he invertido tanto y tanto tiempo gustará.
            Por otro lado está mi parte consciente, aquella que analiza la realidad y me dice que no a todo el mundo le gusta lo mismo y, que tal como se me dijo hace poco, todavía me queda mucho por aprender. Así que me preparo para encajar cada uno de los comentarios con entereza y, sobre todo, con la mente abierta para absorber cualquier crítica constructiva que me ayude a mejorar los escritos.
                Y, sobre todo, mi ego se impone muchas veces. Siempre me imagino a los lectores enganchados a la trama y con ganas de más, aunque después se cruza un pensamiento recurrente que me insta a darme cuenta de que quizás no les guste, de que quizás les aburra, de que quizás…..
            Y aquí estoy, esperando las reacciones. ¡Y preparada para todo!
            ¡Pasad un día genial!

6 comentarios:

Hola otra vez

8:01 Pat Casalà 2 Comments

            He pasado un fantástico fin de semana largo en las montañas, junto a mi familia y algunos amigos memorables. Ha hecho sol, he podido tomarlo en el pequeño jardín de mi casa, estirada en mi hamaca naranja que compré con mi amiga Dolors hace dos veranos, cuando ella y su hijo vinieron a pasar dos días a casa, he conseguido leer el libro que tanto me cuesta, releerme toda La Baraja de manera crítica, parándome a analizar cada una de las advertencias de mi agente y dejando que mi mente madurara cada uno de los cambios que se han de introducir, y he acabado el relato, que he enviado al concurso (el fallo será en octubre, así que más vale no pensar en ello hasta entonces).
             Así que se puede afirmar que he aprovechado el tiempo. ¡Mi tendencia a dormir poco ayuda a encontrarlo! Ya os hice una crónica detallada del día de mi cumpleaños, ¡fue genial! Creo que el aire tranquilo de la Cerdanya, con su silencio especial, es un bálsamo para mi cerebro estresado.
            También me he lanzado a pedir ayuda externa por primera vez. Durante muchos años he guardado celosamente las novelas para un reducido grupo de personas. La baraja sólo la había leído Lola. En mi entorno inmediato no tengo demasiadas personas a las que les guste leer, así que me acostumbré a la soledad intrínseca de crear mundos paralelos sin poder compartirlos con mi familia.
             Pero ahora empiezo a ver las cosas desde otro cáliz. ¿Cómo voy a encontrar los fallos si no tengo opiniones de lectores? El otro día mi anónimo identificado, Javier, me pidió una novela, así que le envié la que para mí significa más de todas: El Secreto de las Cuartetas. Creo que ese manuscrito está suficientemente pulido como para ser leído y criticado de manera constructiva.
            En cuanto a La Baraja, una novela que en estos momentos está en periodo de reescritura, se la he dejado ver a dos personas: mi amiga M, quien está tomando notas de lo que ve, y a un amigo que fue lector literario hace años (sé que sus críticas van a ser más incisivas, pero las creo necesarias).
            Hoy empieza una nueva semana cargada de ilusiones. Mi hermana ha conseguido redirigir un poco su vida. ¡Desde aquí le envío un súper beso! Aunque sigue inmersa en el duelo ha sido una de las personas más valientes que conozco y ha logrado salir de casa a pesar de la pena, venir a bailar a pesar de las lágrimas que la invaden en todo momento y deshacerse de la lasitud que impone la tristeza de perder a alguien tan querido para reconstruir su futuro como si se tratara de un puzzle donde las piezas encajan una a una.
            Hoy vamos a cenar a su nueva casa, vamos a conocer el sitio que ha elegido para comenzar a andar sola y rehacerse del todo del golpe brutal que le asestó la vida hace apenas tres meses y medio. ¡Le deseo toda la suerte del mundo!
            ¡Y hasta aquí mis reflexiones de hoy! ¡Mañana más! ¡Pasad un buen día!!!!

2 comentarios:

Reflexión

10:19 Pat Casalà 0 Comments


            Llevo tantos años soñando que me cuesta un mundo bajar del limbo en el que se han quedado enredados mis pensamientos y centrarme en la realidad. He trabajado con una fuerza inagotable gracias a esos sueños, he estudiado, he leído, he escrito, he reescrito, he pulido, he vuelto a pulir, he pensado, he creado,… ¡Y siempre con una ilusión inmensa!
            Ahora me cuesta más conectar con esa capacidad de ver las cosas con entusiasmo, le doy demasiadas vueltas a lo que extraigo de la situación en la que me encuentro y las preguntas amarillean con un timbre constante mi cerebro. Es como si navegara en un barco de vela a la merced del viento y hubiera perdido de vista la franja de tierra a la que me dirigía. Y la embarcación estuviera zozobrando a merced de las corrientes de aire que soplan en diversas direcciones, sin estabilizarse.
            La meta se ha desdibujado, igual que si tiráramos un pote de aguarrás contra el lienzo de un pintor y viéramos cómo la pintura se ha escurrido hacia el suelo formando manchas entrelazadas de diferentes tonalidades. El realismo del cuadro se habría perdido, pero entre las aguas coloradas del suelo seguiría morando la esencia de ese dibujo que minutos antes nuestra mirada había captado.
            Esta noche he reflexionado mucho. Quiero volver a encontrar el camino, redescubrir aquella intensa emoción que me embargaba cada vez que volvía a reiniciar la tarea con una esperanza inagotable. Y también ansío reconstruir la meta inalcanzable que me propuse de pequeña, alzarla ladrillo a ladrillo, cimentando cada uno de los pasos para que no vuelva a derruirse.
            Aunque lo primero que debo hacer es replantearme todo cuanto tengo en estos momentos, estudiar con aire crítico el pasado y el presente y redireccionar cada uno de los puntos que conforman el ahora. De manera que pueda cambiar los términos de mis quimeras para reconvertirlos en algo tangible y alcanzable.
            Desde luego ese nueve del que hablaba hace dos días me pesa, los límites que me había trazado de pequeña cada año se alejan más. Pero por suerte puede crear unos nuevos, puedo intentar vencer la desesperanza y llenarla de esperanza. ¡Todavía me queda mucho camino que andar! 
            De momento he empezado a analizar La Baraja con un aire muy crítico, en busca de aquellos pasajes que pueden mejorarse. La reacción de mi marido ante la descripción de mi agente fue demasiado gráfica como para pasarla por alto. Cuando le comenté que ella la encontraba una novela estresante, en la que no paran de pasar cosas y no existen pausas, él me dijo: “¡tú eres así!”. Y eso es cierto, yo soy así, me cuesta demasiado detenerme, quedarme quieta, permitir que mi mente se relaje. ¡Quizás por eso duermo tan poco!
            Así que mi primer reto, uno que ya apunté hace unos días, será corregir despacio, sin prisas. Voy a empezar por una lectura rápida, tomando notas de aquello que creo mejorable y de los datos que no se pueden perder. Luego me voy a enfrentar a cada uno de los capítulos por separado, con los ojos abiertos y el aire crítico soplando en mi mente. Y, finalmente, le daré dos vueltas más, en busca del equilibrio perfecto entre la acción y la serenidad.
            Mientras tanto seguiré leyendo algunos libros de esa larga lista que he guardado en la bandeja del despacho de mi casa, con una cruz en los cuatro que he ya leí en su momento. Los conté, ¡hay ochenta! ¡Si me los tuviera que leer todos antes de empezar a corregir cumpliría los cuarenta y cinco y todavía no habría empezado! Así que mantendré la lista en su sitio e iré tachando a medida que vaya encontrando el tiempo para ellos. Y mientras tanto volveré a intentar mejorar, aprender, corregir, pulir, estudiar, leer, releer, ¡y vuelta a empezar!

0 comentarios:

Crónica de ayer

9:41 Pat Casalà 3 Comments

            El resumen más sintetizado de la jornada de ayer sería decir que fue un gran día. No pasó nada especial, pero fue genial.
            Me desperté prontito, como siempre, es difícil luchar contra mi ciclo circadiano (aquél que dice que sobre las 6 o las 7 de la mañana hay que amanecer), me levanté de la cama y bajé al piso de abajo intentando amortiguar los pasos de las zapatillas sobre el parquet. El silencio de las montañas es especial, a esas horas sólo se escuchan los cánticos de algunos pájaros que rompen la nada con su piar rítmico y cadencioso.
            El día estaba totalmente encapotado, con varias nubes que me felicitaron desde el cielo plomizo cuando abrí los porticones del salón. La casa es una típica edificación ceretana con dos pisos a doble altura. El piso de arriba se alza sobre la pieza que conforma la cocina y el salón, deteniéndose justo en medio, de manera que la forma triangular del tejado te acompaña desde la zona destinada al salón, muy por encima de tu cabeza, al igual que la barandilla que esconde el pequeño saloncito para los niños que funciona como distribuidor del piso superior.
            Puse la cafetera en la placa de vitrocerámica, los manteles sobre la barra alta tipo bar donde comemos, los platos, los vasos, la leche,…. Desayuné sola, acompañada por la serenidad del lugar, degustando unas rebanadas de pan con tomate y una gran taza de café con leche. Luego me senté en mi sillón preferido, es uno de esos de IKEA que tienen forma de balancín con la tela negra y la madera color  roble. Está situado delante de una chimenea de metal negra con cristal, de la que sale un tubo visto hasta el techo de madera. El contraste del negro con la alta pared roja que domina todo el lado frontal del salón y la cocina es espectacular.
            En mi sillón, mientras esperaba a que a mi familia amaneciera, escribí la entrada que colgué después, cuando me fui con mi marido a comprar los ingredientes para mi pastel de chocolate. Tanto él como mis hijos me felicitaron al despertarse. Mi madre me llamó a primera hora, a nadie se le pasa mi tendencia a madrugar.
            En el coche, camino al supermercado, conecté el lápiz USB al portátil y bajé el correo. ¡Sabéis la ilusión que me hizo ver los 23 mensajes de felicitación en el Facebook! Al colgar el post en el blog estaba exultante. Regresamos a casa con la compra y me puse a hacer el pastel. Habíamos comprado carne para una barbacoa por si acaso, por eso cuando a las 12.30 asomaron los primeros rayos de sol hablamos con los vecinos y decidimos irnos a hacer una barbacoa. ¡Mi deseada barbacoa! Y así transcurrió el mediodía, en el parque de Osseja, en agradable compañía y con la carne a la brasa que tanto me gusta.
            Parecía que el sol nos había concedido una tregua, porque hasta las cuatro no se dejó ocultar por una retahíla de nubes negruzcas que volvieron a oscurecer el cielo. Entonces nos fuimos para casa y volví a conectar el USB en el banco de la carretera, justo donde llega la conexión MoviStar. ¡Volvía a tener nuevas felicitaciones tanto en mail, como en el FB, como en el blog! Y me volví contentísima a mi casita de la montaña, a acabar el pastel de chocolate al que he bautizado Sacher a la Pat (porque es un sucedanio todo de chocolate y con una receta particular).
            A las 18.30 aparecieron unos amigos y soplé la vela en su compañía. ¡Ya podéis imaginaros cuál fue mi deseo! Sólo tenía un nueve para soplar, porque una de las cosas que nos olvidamos de comprar fueron velas. ¡Suerte que la hija de mi vecina hace los años en agosto y ella sí tenía uno de los números! Bueno, no está mal hacer nueve años en vez de 39, ¿no?
            Y me pasé la tarde en una agradable compañía, riendo,  hablando y contándonos anécdotas, hasta que los niños se quejaron de hambre y descubrimos que el tiempo se nos había escurrido sin percatarnos. ¡Eran las 21.30! Les di de cenar, mis amigos se fueron y me fui a ver una película con Chiqui. ¡Aunque me dormí a la media hora! Son los gajes de madrugar.  
            ¡Y hasta aquí mi crónica de ayer! ¡Espero que os haya gustado!!!
            P.D. Sandra, mañana intentaré encontrar esa reflexión que me pediste, ¡hoy todavía tengo resaca de felicidad!

3 comentarios:

¡Ya está aquí el nueve!

10:39 Pat Casalà 4 Comments

       
Hace tan mal día que de barbacoa nada, ¡he tenido que encender la calefacción y todo! Pero vamos a buscar un plan B: comeremos en casa y por la tarde haré un pastel con los niños (de chocolate, claro), así podré invitar a unos cuantos amigos a casa y soplar las velas. ¡Algo es algo!
Me hubiera encantado encender la chimenea (es una pasada sentarse delante y observar cómo las llamas danzan dentro del cristal), pero la última vez que la encendimos, el fatídico día de Sant Jordi, de poco se incendia la casa. Yo me había despertado temprano y tenía una de esas tristezas que me alcanzan cada 23 de abril. Me había sentado con el ordenador en mi sillón preferido y miraba la pantalla en blanco, sin inspiración. Las manos se me fueron congelando, el helor de la montaña me entumecía la nariz y enfriaba las lágrimas rebeldes que se escapaban de mis ojos en momentos puntuales (¡y eso que estaba encendida la calefacción!). Tenía tanto frío que me decidí a ir a buscar un par de troncos al garaje, unas pastillas de “Pat-fuego” y unas cerillas.
Y ya me veis allí, con la puerta de la chimenea abierta, colocando la leña en la posición correcta y encendiendo una cerilla. ¡No era la primera vez que lo hacía! Pero cada vez que lograba que el fuego prendiera, se apagaba. Y como era Sant Jordi, y yo estaba un tanto depre y toda mi familia estaba durmiendo,… ¡Acabé pensando que era una inútil!
Mi marido se despertó media hora después e intentó revivir el fuego. Pero las llamas se sofocaban solas cada vez, como si algo estuviera ahogándolas. Y Chiqui y yo seguíamos empeñados en que nos calentaran. Y de repente se escuchó un ruido en las alturas, un ruido metálico, y, segundos después, una nube de hollín acabó por caer y llenar la casa con humo.
Abrimos todas las ventanas para que saliera esa humareda negra que había invadido el salón. Sacamos los troncos incandescentes al jardín para apagarlos con agua y nos abrigamos con jerseys. Pero el mal agüero de ese día no acabó ahí. Tenía el lavaplatos en marcha y, como el desagüe necesitaba una reparación urgente, habíamos colocado la manguera de salida de agua en el cubo de la fregona para poder utilizar la máquina. Y el cubo estaba lleno hasta rebosar. Así que una vez apagado el fuego, y con todas las puertas y ventanas abiertas de par en par para que la nube de humo fuera desapareciendo, cogí la manguera de desagüe con la mano, la levanté y le dije a Chiqui que vaciara el cubo de agua en el fregadero. ¡Y ya os podéis imaginas qué paso! El lavaplatos decidió desaguar justo en ese instante y una lluvia de agua sucia e hirviendo me duchó.
Este Sant Jordi me quedé sin libro, sin rosa, calada hasta los huesos, con la necesidad urgente de llamar a un deshollinador (sólo puede venir entre semana, así que lo hemos dejado para agosto) y con la chimenea inutilizada una buena temporada. ¡Pero eso es historia! 
¡Hoy es un día especial! ¿Nadie se ha fijado en la fecha? 11-6-11. ¡Es cap y cua! Será la única vez en mi vida en la que podré presumir de algo igual. ¡Y eso ha de significar algo! ¡Es una señal! Hoy ni el mal día me va a estropear el cumpleaños. Y va a pasar algo mágico, seguro. Mañana os cuento qué tal mis “premoniciones”. ¡A ver qué me depara el futuro!!!
            La escritura del relato corto ya está casi terminada. He hecho algo tan distinto a lo habitual, que por mucho que lo leo y lo releo no estoy segura de si está bien para un concurso, pero si no gano no pierdo nada, así que lo voy a intentar.
            En cuanto a mi lectura, voy avanzando. Soplo un poquito cuando hay mucha descripción e intento dejar volar mi imaginación para llenar las ausencias de trama en muchos momentos, pero sigo empeñada en hacer bien los deberes y no cejo en el empeño de analizar la manera en la que el autor explica las cosas. ¡A ver si puedo aprender algo!
            ¡Mañana os cuento cómo ha ido el día! ¡Un beso para mis lectores!!!!

4 comentarios:

Aniversarios y estadísticas

7:57 Pat Casalà 8 Comments

           Hoy se cumplen dos meses desde que inicié esta andadura de escribir cada día en el blog. Y mañana es el día en el que el nueve se va a colar en mi edad para recordarme que en un año voy a cambiar de decenio. ¡Pues habrá que intentar tomárselo bien!
            En cuanto a mi edad no voy a hacer comentarios. ¡Me había fijado la meta de publicar antes de los treinta y cinco! Así que ya os podéis imaginar que llegar al nueve  sin alcanzarla es un poco frustrante. Pero todo y así, si mañana el sol decide acompañarme en la montaña (Sí, me voy a Estavar) me iré con la family a hacer una barbacoa. ¡Me encantan las barbacoas!!!! Y voy a dejar que los ánimos me llenen por completo. (¡Sol aparece!!!!).
            Ahora que tengo identificados a los tres anónimos: Bego, M. (no voy a decir tu nombre) y Javier, os daré las gracias por vuestros comentarios. ¡No sabéis cómo anima verlos en mail! Tras tantos y tantos años esperando que el correo electrónico me trajera noticias interesantes, ahora me ilusiona leer vuestras palabras.
            Javier, ayer busqué la música de Otsider en la Web y encontré su página. ¡A mí también me gusta esa clase de música! Así que ya me he apuntado el grupo para tenerlo en cuenta cuando vaya a comprar CDs. ¡Ayer los escuché mientras retocaba la historia de Irina!   
            El libro que estoy leyendo avanza despacio, muuuy despacio. Por lo común a día de hoy ya me habría devorado casi la totalidad de un volumen de muchas páginas, ¡y de éste sólo llevo 65! Pero ahí estoy, dándole, a ver si se me pega algo.
            Me encantaría proponeros que dejarais aquí abajo una reseña acerca de la manera en la que leéis, tal y como hizo M. ayer. A ella le he dejado leer La Baraja (mi novela estresada, como le llamo amigablemente). Ella es científica, así que podrá diseccionar de manera analítica cada uno de los puntos débiles y darme su opinión (le he pedido que sea 100% sincera, cosa que agradezco).
            En cuanto al blog, estoy súper contenta de su evolución. Cuando entras dentro del escritorio del blog tienes una pestañita con las estadísticas. Allí te explican cuántas visitas tienes al día, cuáles son las horas de más afluencia y de dónde proceden la mayoría de visitantes. ¡Aunque es imposible saber quiénes son! Las estadísticas sólo te ofrecen datos generales.
            A mí, que me gustan los números, me encanta ver los gráficos con la afluencia de gente. Los analizo con mi mente analítica y les doy consistencia. Empecé con una media de veinte visitas al día. Pronto subió a treinta y se estabilizó en cuarenta durante un mes. ¡Y ahora estamos en 95 de media diaria!
            Las horas de visita están repartidas hay visitas todo el día (los picos están a primera hora de la mañana, al mediodía y por la noche, hora española). La mayor parte de los visitantes son nacionales, pero tengo algunos seguidores en Alemania, Estados Unidos, Italia, Marruecos, México y Dinamarca. En cuanto a las fuentes de tráfico la gran mayoría vienen de mi Facebook, donde cada día os cuelgo el enlace. ¡Así que ahora mismo os lo dejo! ¡Y otro día os vuelvo a poner el resumen de los números!!!!
             ¡Que paséis un buen día!

8 comentarios:

Mi primer trocito de lectura

7:58 Pat Casalà 6 Comments

         Ya he leído unas 50 páginas del libro que fui a buscar a la biblioteca. ¡UFFFFF! Creo que me he pasado con el cambio. Quizás es un poco denso para mí, aunque al estudiar a fondo la prosa os diré que está súper bien escrito.  Pero a mí me va la acción y como me he propuesto leerlo enterito, me está costando un montón.
            La verdad es que leer esta clase de libros me frustra un poquito, porque si gustan tanto y yo me veo tan incapaz de hacer algo así, ¿cómo voy a lograr algún día hacerlo bien? No sé, espero que el que he encargado me cueste menos y sea capaz de meterme en la trama (¡es que aquí casi no hay!).
            Ahora es cuando me doy cuenta de que quizás he equivocado el rumbo. ¡Debería haberme hecho guionista de películas de cine! Total, lo mío es una imaginación desbordante. No me cuesta nada crear tramas y subtramas y un montón de secuencias en mi cabeza. ¡No en vano cuando era pequeña siempre me veía llevando mis novelas a Hollywood! Y ahora me pregunto, ¿por qué me empeñé en que fueran novelas?
            He analizado mi tendencia a saltarme las descripciones en los libros (ya os dije que mi cabeza era una especie de olla a presión que no para de pensar) y he llegado a una conclusión: nunca he necesitado las descripciones porque a medida que leo libros de otras personas la historia y los personajes toman vida en mi mente.
            Quizás por eso devoro los libros (los que me gustan, claro). Meto a los protagonistas dentro de mí, les doy vida, les creo el entorno que a mí me parece más apropiado y luego necesito saber qué les pasa antes de que yo misma lo decida. Y entonces es cuando me paso el día pegada a las páginas del libro y no soy capaz ni de irme a dormir sin saber cómo continúa,
            Estaría bien hacer una encuesta a ver si soy la única que lee así o, por el contrario, hay otras personas a las que les gusta la acción pura y dura y son capaces de dar vida a la novela dentro de ellos. ¡Quizás me estoy esforzando en aprender algo que luego va a ser forzado!
            ¿Os cuento un secreto? Las únicas notas que tomo sobre las novelas son unas cuantas directrices de la descripción física que he hecho de los protas. ¡Es que nunca me acuerdo de si tienen los ojos azules o verdes! Para mí lo importante es su interior, la manera en la que se mueven, cómo piensan, qué les mueve a actuar.
            Pero todo ésto no son más que elucubraciones un tanto desfasadas. ¡Ya es tarde para meterme a guionista! No voy a tirar a la basura tantos y tantos años de aprendizaje de técnicas de escritura, aunque todavía me falten cosas por aprender. Pero nunca se sabe…. ¡Mis sueños de pequeña podrían hacerse realidad!

6 comentarios: