Amigas

9:49 Pat Casalà 0 Comments


¡Buenos días! En pocas horas cojo un vuelo a Santander para asistir al Nora mañana y pasar dos días más con amigas.
Todavía ahora me cuesta pronunciarlo con todas las letras y sentirlo de verdad. Amigas. A veces es difícil enfrentarse al pasado, descubrir una estela de momentos ansiosos, decir en voz alta lo que sucedió y encontrar el punto justo de la culpabilidad en ambos sentidos. Pero por suerte he recorrido un larguísimo camino, he desnudado mi alma muchas veces en las novelas y he afrontado de la mejor forma posible los reveses del pasado.


La amistad era un término oscuro para mí hasta hace unos años y en los últimos ocho meses le he dado una nueva y apasionante dimensión. Porque sí, al fin puedo afirmar sin miedo a equivocarme que tengo amigas, de las de verdad, de las que me quieren por lo que soy, no por lo que debería ser, de las que me aceptan con mis defectos y mis virtudes y con las que me siento yo misma.
Ser diferente no es fácil cuando eres una niña. Diferente no es rara ni nada parecido. Es simplemente que sientes y piensas de una forma distinta a la mayoría de los otros niños. Pero a esa edad eso se convierte en un estigma que acaba cristalizando en cuchillos afilados contra tu corazón.
¿Cuántas veces hemos escuchado la palabra bullying y nos hace estremecer? ¿De quién es la culpa? ¿Se lo merece la víctima?


Durante muchos años esas preguntas me ahogaban con la necesidad de darle una dimensión real a las respuestas, de entenderlas y de entenderme a mí misma, de comprender esas heridas que quedaron asidas al alma y me hacen vulnerable a veces, esas que durante demasiado tiempo me impedían respirar cada vez que me daba en una relación de amistad. Porque creo que la secuela más dura de ser diferente de niña y de pasar por situaciones dolorosas es la baja autoestima que te queda después, esa que se ensaña contigo cuando te enfrentas a nuevos retos, sobre todo en el pantanoso mundo de la amistad.
Escribir fue mi terapia. Exorcizar mis demonios a través de volcar todos y cada uno de mis sentimientos en las historias me ha ayudado muchísimo, compartir con las que ahora puedo considerar amigas verdaderas mis escritos me ha dado alas para resurgir de esas cenizas que en el pasado se ensañaron con mi corazón.


Desde que en septiembre me fui a Hamburgo a ver a Mabel he ido dándome cuenta de cómo he cambiado estos últimos años, de cómo crear lazos verdaderos me ha ayudado a madurar en muchos aspectos, a reconciliarme conmigo misma, a no esconder esas diferencias con los demás y a quererme como soy.
Quizás algún día sea capaz de darle consistencia a esas experiencias en un libro, hasta la fecha no he podido porque me ayuda más escribir sobre cómo concibo yo la amistad, cómo la construyo cada día con mis verdaderas amigas y cómo el dar y recibir no se convierte en algo unidireccional y dañino.


Muchas veces doy las gracias a esas amigas que me quieren de verdad. Les doy las gracias por darme una oportunidad de ser yo misma, de aceptarme aunque sea obsesionada con The Royals, frustrada a veces porque no se vende, con esa manía con los capicúa, llena de sentimientos que explotan con facilidad llenando mi cuerpo de emociones diversas, adicta a ponerles trocitos de las novelas por el chat sin darles pistas de a cuál de ellas pertenece, apasionada por ver una y otra vez la misma serie, los resúmenes de YouTube y los episodios hasta aprenderme los diálogos de memoria, adepta a los libros, tanto que a veces pierdo la noción del tiempo y me acabo uno en apenas un día, una tarde o incluso una noche.


Nunca dejaré de agradecerles sus lecturas, su cercanía y su forma de integrarme en su mundo sin pedir nada a cambio, de hacerme sentir tan yo que no me cuesta decirles la verdad sobre mi interior. Pero también soy feliz conmigo misma porque a veces darse de verdad, quitarse complejos, deshacerse de las cadenas que te reprimen convirtiéndote en una versión reducida de tu realidad es el primer paso para abrir tu corazón y salir del círculo vicioso que te hace apartarte de los demás.
Ahora veo claro que esa evolución de Lúa en Un último día conmigo de la que habla la administradora del blog Books of the night (enlace) contiene mucho de mi propia historia, muchísimo más de lo que pensaba cuando la escribí. Y también Aurora con sus miedos. Y muchísimo Marta Noguera. Porque para escribir hay que abrirse en canal, acceder a tu alma y desnudarla aunque sea a trocitos.
¡Feliz día! J

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