Lagan falls (Siquijor)

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Llegamos poco a poco al decimoséptimo cumpleaños de mi hija y mi corazón recibe sentimientos encontrados. Me alegra verla crecer, acompañarla en esta aventura llamada vida, pero también me doy demasiada cuenta del paso del tiempo, de cuántos años han pasado desde que la llevaba con ilusión en mi barriga y deseaba conocerla… Mañana es su cumpleaños… No quiere pasarlo con nosotros, está en esa edad en la que los amigos son lo primero…
Nos quedamos a puntito de empezar nuestra aventura motorizada por Siquijor.
Es una isla no demasiado grande y es posible hacerla entera con la moto en un día.


Al salir del hotel recorrimos los caminos de arena que serpenteaban entre la naturaleza y la gente llevándonos a la carretera principal. Para encontrar el camino de vuelta le hicimos una foto al lugar dónde salimos, ya que el día anterior nos costó un montón llegar al hotel. ¡No hay ni un cartel!
Empezamos la visita por el Old tree. Es un árbol milenario con un lago a sus pies donde tienen esos pececitos que se comen las pieles muertas. Aparcamos bajo unos árboles y caminamos hacia allí, pero enseguida nos vinieron a pedir una tasa que nos pareció un poco abusiva. El lugar estaba plagado de turistas, la mayoría chinos, y no nos apetecía internarnos en el jolgorio, así que seguimos nuestro camino rumbo a las Lagan Falls. No son tan conocidas como otras, pero como mínimo estaban solitarias. Solo había una pareja de alemanes y nosotros.


Tras una pequeña caminata por el bosque, acompañados de los guías locales, llegamos a un lago donde habían instalado una liana para tirarse al lago y vimos la enorme catarata que dejaba caer sus aguas con fuerza.
Mis hijos y mi marido se dejaron seducir por la liana e incluso Àlex saltó desde lo alto de la catarata para internarse en las aguas de la preciosa laguna.
Hacía calor, un calor sofocante, de los que se te enganchan en la piel despertando el sudor. El paisaje era precioso, salpicado con tonalidades de verde que despertaban los sentidos.


En el momento de regresar a las motos mi hija nos mostró su pie. Esa mañana se había caído en el hotel y no nos lo había dicho. Estaba hinchadísimo, morado, feo… Pero hablamos con los guías y nos sugirieron que no fuéramos al hospital de allí. Así que decidimos seguir en la moto sin andar demasiado. En Barcelona ya la llevaríamos al médico. Le dimos un ibuprofeno y proseguimos el camino.
Nuestra siguiente parada fue una iglesia, San Isidro Labrador. La visitamos ante la atenta mirada de los lugareños, quienes no se perdían un movimiento. Era un poco intimidante, parecíamos monos de feria.
Nos subimos de nuevo a la moto y pusimos rumbo a la montaña para subir a la cima…

¡Feliz día! J

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