Santa fe - Madrilejos (Bantayan)

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Ayer nos quedamos en Paradise Beach, tras pasear por sus largas llanuras moteadas con hiedra, los altos acantilados frente a un mar encabritado, la soledad de ese paraje apartado de cualquier lugar concurrido, el sol tiñendo de azul cada pedazo de cielo entre las nubes que se distribuían por él como si fueran pequeñas bolas de algodón…
Nos subimos de nuevo a la moto para poner rumbo a otra playa y darnos un baño. El calor de la isla era bastante sofocante, hacía que la ropa se enganchara a la piel por culpa del sudor, el sol nos acompañaba en el camino y los socavones del suelo nos hacían botar sin remedio.


Siguiendo las indicaciones del amable señor de Paradise Beach Campesite fuimos a parar a Placid Beach, la playa del Anika Island resort. Ocupamos unas de sus hamacas frente al mar, pedimos un coco y nos dimos un baño en las aguas cristalinas para quitarnos el sofoco.
Después regresamos a las motos y emprendimos un viaje maravilloso por las carretas cercanas a la costa en dirección a Madrilejos, justo en la otra punta de la isla.
Fue un trayecto increíble, a medida que nos adentrábamos en el interior de Bantayan tomábamos conciencia de cómo es la vida allí, de la forma en la que sus habitantes pasan los días, del cambio de continente.


Los niños caminaban por los senderos vestidos con sus uniformes. Normalmente iban en grupos de muchos a la vez y nos saludaban al grito de hello, agitando las manos con emoción, sin perder la sonrisa.
Las casas eran desiguales y creaban un paisaje extraño. Chabolas al lado de construcciones de ladrillos grises sin pintar ni terminar y entre ellas a veces destacaba una preciosa construcción colonial con su jardín, su coche, su moto… Los cables de la electricidad eran una maraña de hilos colgados en postes en todas las zonas más urbanas (para decirlo de alguna manera). Pero lo curioso es que todas las casas tenían su cable para alimentar la electricidad.


Vimos motos con familias enteras, saludamos a un millar de niños, observamos cómo se desarrollaba la vida en el campo, los animales sueltos que cruzaban los caminos sin control, los triciclos de esa parte del mundo, unos tirados con una moto y otros muchos con una bicicleta, los jeepney (antiguos jeeps de la segunda guerra mundial reconvertidos en transporte público), los camiones anticuados llenos de productos y personas.
Es curioso cómo los filipinos van tapados en plan tuareg siempre, cubriéndose el cuerpo con varias capas de ropa a pesar del calor, los turbantes tapándoles la piel de la cara y el pelo…


Me pareció dar un salto en el tiempo, como si allí todavía no hubieran adoptado los últimos adelantos que a nosotros nos mantienen anclados a las pantallas o a un mundo donde todo gira más rápido, sin darnos tiempo a saborear los momentos ni a disfrutar del mundo que nos rodea.

¡Feliz día! J

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