De Malapascua a Malboal

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! A veces cuando doy uno de esos saltos al vacío que dan vértigo siento un regusto inquieto mientras los realizo. Tengo un nudo en el estómago que me oprime llenándome el cuerpo de ansiedad. Las orejas parece que se me elevan al techo y respiro con aceleración, con jadeos roncos. Me cuesta un rato largo calmarme después, pero sé que mientras saltaba también sentía las cosquillas de la esperanza acompañándome.


Me apetece muchísimo volver a Malapascua, desayunando mientras me daban mi libreta de buceo con un papel que acreditaba las inmersiones y el examen, a la espera de dos últimas bajadas para sacarme el título.
Y volvimos al hotel para acabar de cerrar el equipaje, pagar en recepción y salir rumbo a Cebú. Teníamos un larguísimo viaje por delante, ya que una vez en la isla debíamos recorrerla casi entera en coche para llegar a Malboal.
Nos subimos a un barco enrome solo para nosotros, con las maletas y las ilusiones intactas. Navegamos durante tres cuartos de hora hasta divisar la costa de Cebú. Como siempre mis horas libres las dediqué a leer.


El puerto era un malecón con rocas que se adentraba en la bahía. Nos bajamos y pagamos a unos porteadores para llevar las maletas hasta la estación situada tras un camino de arena a lo largo del desembarcadero. Allí esperamos la aparición de un coche que habíamos contratado por Internet. Fue increíble ver cómo los chicos de una tienda (un barracón lleno de productos) empezaron a cantar y a bailar el Despacito. ¡Desde luego Luis Fonsi triunfa en Filipinas!
Y nos subimos al coche con deseos de atravesar la isla para llegar a nuestro destino final. Malboal. Un lugar precioso, con uno de los mejores fondos marinos del viaje, las kawasan falls, una excursión preciosa de barranquismo, un pueblo frente al mar y un hotel de ensueño, el Dolphin house.


Tardamos más de cuatro horas en atravesar la isla. Por suerte la van donde íbamos era cómoda, tenía un buen aire acondicionado y el conductor sabía llevarla perfecto.
Nos paramos en un MacDonald’s en el camino a comer. Es de los únicos que vimos, ya que en las islas pequeñas no hay establecimientos de comida rápida.
Al fin llegamos a la zona de Malboal. Como no, para entrar abonamos la tasa correspondiente… El hotel era precioso, con una piscina idílica, unas vistas alucinantes al mar y una tranquilidad que rompimos con nuestra aparatosa llegada. Y es que a veces somos un poquito ruidosos… Sobre todo cuando se nos pierde una llave de la habitación y somos incapaces de encontrarla.


Nos bañamos en la piscina, charlamos un segundo con unos catalanes a los que les molestó un poquito nuestra ruidosa aparición y contratamos un triciclo para ir al pueblo. Tenía una dirección de un centro de buceo al que quería ir, estaba decidida a sacarme el título…

¡Feliz día! J

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