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7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Este fin de semana me he dado cuenta de algo importante. Soy capaz de volver a escribir con la misma intensidad de antes, la inspiración es un ente extraño, consigue llevarme a un sinfín de lugares, instándome a escribir de manera convulsiva, sin atender a horarios o a otras obligaciones.
Mi mente viaja lejos con asiduidad, se inmiscuye en la vida de Zack y de Julia para tejer una madeja complicada. El problema son los sentimientos encontrados de mi interior, el deseo de seguir con el rosa pastel en vez de volver al negro. Tenía prevista una escena para el folio veinte, sin embargo voy por el cincuenta y ocho y sigo en el mismo sitio, avanzando hacia un lugar diferente.


El viernes intenté convencerme de la necesidad de plasmar esa escena concreta para llevar la historia al lugar lógico. Me puse una canción en bucle durante toda la jornada laboral, mientras trabajaba en los números. Al llegar a casa volví a escucharla una y otra vez mientras preparaba la comida, comía y me sentaba a escribir.
A mí las canciones me evocan sentimientos y algunas consiguen describirme claramente una escena. Es el caso de How am I supposed to live without you, De Michel Bolton. Una balada antigua, de mi época adolescente, que entonces escuchaba hasta la saciedad.


Me mete en la piel de Julia en un momento concreto y me lleva por el laberinto de la narración hasta un lugar determinado. Cuando la escucho y cierro los ojos veo lo que debe suceder, conecto con ese momento y lo pinto de sentimientos.
Repetirla una y otra vez acabará por aflorar ese giro en la trama, seguro. Sin embargo sigo en la senda de una dirección contraria. Quizás necesite explorarla antes de lanzarme a darle la vuelta a la situación.
Hoy voy a volver a escuchar la canción sin tanta repetición mientras trabajo. Por la tarde intentaré llevar el próximo capítulo hacia el lugar donde la historia se bifurca. A ver si llega de una vez o sigue flotando en el ambiente para aparecer más tarde.


Mi emoción a la hora de novelar es esta, no saber nunca cuándo escribiré esa escena que me ronda por la cabeza. Es maravilloso esta sensación de madurar las historias para luego darles salida en el papel, algo mágico.  
En números la novela marcha bien. Empecé a escribirla el día seis de febrero, ayer hizo quince días, y ya consta de nueve capítulos y medio, cincuenta y ocho folios y treinta mil ochocientas ochenta y ocho folios. Y tengo la sensación de que no escribo demasiado…

¡Feliz día! J

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