Bako National park IV (Borneo)

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Ayer tuvimos una clase de baile espectacular, con gente, risas, diversión… Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien, con mi amiga Dolors al lado, haciendo un poco el tonto, pasándolo bien. ¡Fue genial!
Después de una mañana en el dentista, con una muela rota y pocas ganas de estar ahí tumbada, esperando el inevitable pinchazo, solo tenía deseos de distraerme… En fin, son gajes del oficio de hacerse mayor, pero ni el paso de los años consigue desligarme del miedo visceral a las agujas.
Tenía muchísimo trabajo en el despacho, este mes es complicado, hay que presentar los impuestos trimestrales, cerrar saldos, iniciar los presupuestos para el año que viene y no olvidarse de los asuntos diarios. Quizás por eso voy estresada y las clases de baile me ayudan a despejarme.
Ayer nos quedamos en la comida de Bako National Park…
Una vez terminamos debíamos vaciar los platos en unas basuras donde separaban residuos y colocar la vajilla en unas tinas colocadas al lado. Tras evaluar las opciones para la tarde decidimos a hacer el segundo trekking hasta la playa Teluk Pandan Kecil, pero antes contratamos una barca para que nos recogiera en destino y evitarnos la vuelta caminando.
La caminata duraba una hora y media a paso ágil. Empezamos en una pronunciada cuesta entre raíces resbaladizas. A mitad de la subida ya hiperventilaba. El calor sofocante y húmedo me empapaba la piel, ahogándome, y la ropa se enganchaba al cuerpo de manera incómoda. Bebimos mucha agua, es importante llevar varias botellas distribuidas entre las mochilas para no deshidratarse. No hay unas indicaciones claras hasta la cumbre y en muchos momentos dudamos de si era el camino correcto.
Al llegar a la cima nos encontramos en una explanada con rocas que evidenciaban la antigua situación de ese releve bajo el mar. Era una solana, las rocas eran oscuras y el sol caía impertérrito sobre nosotros, sofocándonos cada vez más.
La parte positiva era el silencio, la magnificencia de la naturaleza que nos envolvía, la serenidad de ese paraje. A veces no te percatas de esas pequeñas cosas hasta que echas la vista atrás, ves las fotos y recuerdas…
Caminamos bajo las aspas dañinas del astro rey, con una asfixia importante. Los letreros anunciaban que faltaba una hora para llegar y la barca venía a los cuarenta y cinco minutos. Apretamos el paso, viendo las plantas carnívoras del camino y empapándonos de la belleza del lugar.
Nos cruzamos con una pareja de franceses simpatiquísimos, nos separamos en dos grupos, según el ritmo, para no perder la barca y al fin llegamos a la idílica playa antes de tiempo. Descendimos por la escalera empinada y nos sentamos en la sombra, observando el lugar.
El barquero llegó a los cinco minutos, ¡suerte que habíamos pagado la barca y estaba ahí! No hubiera soportando volver andando…

¡Feliz día! J

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