Llegada a Langkawi

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Hoy me levanto con resaca de emociones, la sonrisa perenne y un sinfín de idas pululando libremente por mi cabeza. Entre mi actual novela, las notas de mis hijos, las mil tareas del trabajo y la vuelta a la rutina, apenas cuento con tiempo para percatarme del paso de los días.
No quiero regresar del todo de las vacaciones ni enfrentarme de nuevo a las decisiones largamente aplazadas. Es frustrante enviar una novela a una editorial en octubre del año pasado y a otra a principios de diciembre y a día de hoy seguir esperando la respuesta. Me cansa, porque a pesar de mis propósitos cada vez más adoptados de no agobiarme, a veces me es difícil mediar con la incertidumbre.
Me digo: «ha pasado demasiado tiempo, ya no van a contestar», pero luego me da rabia esta manera de funcionar, su falta de respuesta a mis emails, la manera en la que tratan el tema. Y, como no hay nada que hacer, he tomado la decisión de iniciar de nuevo la búsqueda de editorial, descartando finalmente esas dos.
Yo ahora mismo me iría a Malasia a perderme en sus playas, sin obligaciones ni deseos. Pero la realidad me muestra otro camino…
Cuando nos levantamos en el Tune Hotel KLIA2, de la cadena de AirAsia, no habíamos dormido demasiado. Era pronto, teníamos hambre y estábamos cansados, pero la ilusión de descubrir Langkawi funcionaba como motor. El hotel no es ninguna maravilla, pero está frente al aeropuerto y cuenta con un acceso directo a él.
Anduvimos por el túnel que une el hotel con la terminal, perdidos, sin tener clara la dirección a seguir. Gracias a una familia china simpatiquísima, finalmente llegamos a una cola larguísima frente al mostrador de AirAsia. Uffff, conseguimos facturar en el último momento, sin tiempo para desayunar. Por eso cuando llegamos a Langkawi y, tras recoger las maletas, nos sentamos en el Starbucks a tomar un café y un muffin de chocolate.
En la terminal, frente a la cinta de las maletas, hay un montón de agencias de alquiler de coche. Mi consejo si vas a Langkawi es no hacer lo mismo que nosotros y alquilar un coche. La isla carece de transporte público y, aunque se conduce por el otro lado, es un lugar perfecto para ir en tu propio vehículo.
Nosotros fuimos a los mostradores donde venden los tickets para taxis y finalmente nos dirigimos al The Danna, un hotel impresionante. Es fabuloso, si vais a la isla no dudéis en buscar una oferta en él, porque nos apasionó. Hacía mal tiempo, empezó a lloviznar mientras nos daban un masaje de bienvenida y nos informaban de que nuestra habitación estaría preparada a las dos de la tarde.
Como no teníamos nada mejor que hacer y nuestros planes consistían en ir al Cable Car, nos la jugamos subiéndonos a un taxi y yendo al Oriental Village, lugar por donde se accede a esta impresionante atracción turística. Al llegar dejó de llover y nos colocamos en una larguísima cola para sacar los tickets. Mirando a la cima vimos cómo la niebla se ensañaba con las cabinas, pero decidimos jugárnosla.
Eran las once y media. En taquilla nos dijeron que solo podíamos subir a partir de la una, y a nosotros nos pareció perfecto, quizás la niebla se dispersara entonces… Caminamos por el Oriental Village, mis hijos cogieron una súper serpiente, compramos un par de recuerdos y miramos esperanzados a la montaña…

¡Feliz día! J

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