El día después

7:07 Pat Casalà 0 Comments

      ¡Buenos días! Parece que quiere llover… Este otoño es raro, con temperaturas oscilantes y un tiempo inestable. Me gusta más la rutina, saber cómo vestirme por las mañanas y no estar constantemente mirando por la ventana para decidir si me abrigo o no.
       China está muy lejos… Yo soy de esas personas que echa de menos a su marido cuando se va… Después de veintidós años a su lado, cinco de novios y diecisiete de matrimonio, sigue gustándome hablar con él cada noche en la cena, saber de sus cosas, imaginar futuros geniales… Bueno, suerte que solo son unos días y enseguida está de vuelta.
       Cuando termino una novela me quedo un poco descolocada, como ayer por la tarde. Durante el tiempo que dura la creación de la trama busco los minutos para dedicarme a escribir como si fueran momentos dorados. Exprimo el tiempo para que mi creatividad fluya en el papel.
       Al poner el punto y final me quedo yerma, como si necesitara hacer algo con esas horas sueltas y mi cerebro no quisiera quedarse mirando la tele o no haciendo nada. Entonces me asalta una extraña ansiedad, es como si me faltara algo, como si mi mente necesitara trabajar.
      Ayer fue una tarde de estas, una donde la necesidad de ocupar el tiempo me impulsaba a moverme, pero la falta de un proyecto me detenía. Al final abrí una hoja del Word, puse el nombre de mis novelas y empecé a preparar un resumen argumental de cada una de ellas, junto a una pequeña reseña biográfica.
      Me daba miedo abrir LDE, siempre me pasa lo mismo… Termino la historia, cierro el capítulo final y me da pánico ponerme a releer. ¿Y si la historia no vale un pimiento? ¿Y si no engancha? ¿Y si está falta escrita? Vale, ya lo sé, es absurdo pensar así, pero es el efecto de la euforia de terminar, combinada con la ansiedad de ver si la novela funciona.
       Al final me armé de valor y abrí LDE. Empecé a leer sin que las cosquillas en el abdomen me abandonaran, con aquella sensación de intentar ser objetiva con mi trabajo. Y las palabras empezaron a cobrar vida, a mostrarme al protagonista tal como es, a llevarme a un lugar lejano.
       Por la noche, tras mi clase de baile, continué leyendo y corrigiendo algunas cosas, casi sin batería en el ordenador. Y no podía dejar la historia, al terminar un capítulo pensaba, «venga, un poquito más», hasta que la pantalla se fundió.
       Creo que el principio está bien… ¡A ver cómo sigue!
       ¡Feliz día! J
 

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