El día después
¡Buenos
días! Parece que quiere llover… Este otoño es raro, con temperaturas oscilantes
y un tiempo inestable. Me gusta más la rutina, saber cómo vestirme por las mañanas
y no estar constantemente mirando por la ventana para decidir si me abrigo o
no.
China
está muy lejos… Yo soy de esas personas que echa de menos a su marido cuando se
va… Después de veintidós años a su lado, cinco de novios y diecisiete de
matrimonio, sigue gustándome hablar con él cada noche en la cena, saber de sus
cosas, imaginar futuros geniales… Bueno, suerte que solo son unos días y
enseguida está de vuelta.
Cuando
termino una novela me quedo un poco descolocada, como ayer por la tarde.
Durante el tiempo que dura la creación de la trama busco los minutos para
dedicarme a escribir como si fueran momentos dorados. Exprimo el tiempo para
que mi creatividad fluya en el papel.
Al
poner el punto y final me quedo yerma, como si necesitara hacer algo con esas
horas sueltas y mi cerebro no quisiera quedarse mirando la tele o no haciendo
nada. Entonces me asalta una extraña ansiedad, es como si me faltara algo, como
si mi mente necesitara trabajar.
Ayer
fue una tarde de estas, una donde la necesidad de ocupar el tiempo me impulsaba
a moverme, pero la falta de un proyecto me detenía. Al final abrí una hoja del
Word, puse el nombre de mis novelas y empecé a preparar un resumen argumental
de cada una de ellas, junto a una pequeña reseña biográfica.
Me
daba miedo abrir LDE, siempre me pasa lo mismo… Termino la historia, cierro el
capítulo final y me da pánico ponerme a releer. ¿Y si la historia no vale un
pimiento? ¿Y si no engancha? ¿Y si está falta escrita? Vale, ya lo sé, es absurdo
pensar así, pero es el efecto de la euforia de terminar, combinada con la
ansiedad de ver si la novela funciona.
Al
final me armé de valor y abrí LDE. Empecé a leer sin que las cosquillas en el
abdomen me abandonaran, con aquella sensación de intentar ser objetiva con mi
trabajo. Y las palabras empezaron a cobrar vida, a mostrarme al protagonista
tal como es, a llevarme a un lugar lejano.
Por
la noche, tras mi clase de baile, continué leyendo y corrigiendo algunas cosas,
casi sin batería en el ordenador. Y no podía dejar la historia, al terminar un
capítulo pensaba, «venga, un poquito más», hasta que la pantalla se fundió.
Creo
que el principio está bien… ¡A ver cómo sigue!
¡Feliz
día! J
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