Aires de montaña

7:07 Pat Casalà 0 Comments

     ¡Buenos días! El fin de semana ha sido una gozada, con mucho tiempo libre por delante, la tranquilidad que te ofrecen las montañas, una gran compañía y mi Mac encendido a todas horas. ¡Si mi marido me dijo que me saldría humo!
     Recuerdo cuando era pequeña y veía películas de escritores que se retiraban a casas solitarias para terminar sus obras, entonces pensaba que era absurdo, que se podía escribir en cualquier parte. Sin embargo, cuando paso unos días en mi casa de La Cerdanya me doy cuenta de lo beneficioso que es aislarse.
     Allí no tengo Internet ni distracciones, es como si la inspiración irrumpirá con fiereza en mi interior y me diera alas para avanzar sin pausa en la historia. En dos días el manuscrito ha llegado al folio ciento ocho y ya siento cómo el final se acerca.
     El sábado me desperté temprano y aproveché las horas matutinas para darle un empujoncito, ya os dije que decidí no marcarme un horario ni una obligación a la hora de escribir, aunque sí deseo terminar unos cuatro o cinco capítulos a la semana. ¡El sábado por la mañana escribí dos y medio!
     Por la tarde tenía hora en la peluquería, lo hacen muy bien y el precio es inmejorable. Comimos con los vecinos en una improvisada comida comunitaria, hice unas albóndigas buenísimas. A las cuatro y media me levanté, cogí mi Mac y conduje hasta Llívia para sumergirme en mis mundos paralelos durante tres horas.
     Para mí pasarme la tarde del sábado en la pelu quiere decir que tendré mucho rato para escribir. Aunque las peluqueras y las clientas me miran como si fuera una adicta al trabajo… Mientras esperaba a que subiera el tinte escribí un capítulo y medio y mientras me peinaban, otro. ¡Cinco capítulos en un día!
     El domingo volví a sentarme frente al ordenador por la mañana para rubricar un par más de capítulos mientras mi casa dormía. El resto del día lo pasé con mi marido, caminando por Puigcerdà, arreglando las cosas para regresar a Barcelona, mirando una película en la tele…
     Los aires de la montaña me ayudan a crear mundos paralelos, es como si la inspiración me empujara hacia los confines de mi mente para darles vida en el papel. Cuando regreso suspiro al pensar lo feliz que sería con ese ritmo de vida, sin más obligaciones que avanzar en los manuscritos o pulirlos…
      En fin, hay que volver a la realidad y pisar de pies al suelo. Las cosas no han cambiado en los siete años y medio que llevo en la agencia, mi trabajo remunerado necesita muchas horas de dedicación, no quiero volver al punto de antaño en el que únicamente me importaba publicar, y la vida es demasiado bonita para desperdiciarla deseando lo que no se puede tener. Así que me voy a trabajar.
      ¡Feliz día! J

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