Primera escala: Madrid

20:55 Pat Casalà 0 Comments


¡Buenas noches! Parece que necesito centrarme para escribir a las horas que tocan… Pero es que entre el Jet-Lag, que me tiene con los ojos abiertos como platos hasta las tantas de la madrugada, y el ritmo tranquilo de verano apenas cuento con tiempo para aporrear las teclas… Supongo que en pocos días recuperaré mis rutinas…
La primera parte del viaje a México fue una visita relámpago a Madrid. Para lanzarnos a la aventura de la Rivera Maya cotejamos varias alternativas y la mayoría de paquetes turísticos volaban desde la capital española, así que decidimos ir en AVE un día antes para que nuestros niños conocieran la ciudad.
Durante la última noche antes de iniciar nuestro viaje los nervios se palpaban en el ambiente, mis hijos estaban emocionados mientras acababan de llenar sus maletas y su padre y yo repasábamos el equipaje, los pasaportes, los billetes…
Nos despertamos a una hora decente, cerca de las ocho y media, desayunamos y llamamos a un taxi. Los minutos pasaban tan rápido que apenas contábamos con tiempo para respirar. A las diez en punto estábamos dentro del vagón número seis, armados con máquinas de todo tipo y un montón de emociones. ¡Increíble lo rápido, puntal y perfecto que va el AVE!
Llegamos a la una del mediodía y para estar libres de equipaje buscamos la consigna de la estación de Atocha. Está situada cerca del bosque tropical, una gran zona verde bajo un techo abovedado. ¡Es precioso! La zona para guardar maletas la tienen genial, con seguridad y taquillas de varios tamaños.
Empezamos nuestro recorrido en la Puerta del Sol, una plaza maravillosa que me encantó volver a ver. Hacía un calor sofocante, el sol lucía impertérrito en un cielo exento de nubes y apenas soplaba brisa. Caminamos hacia la Plaza Mayor observando la vivacidad de la calle, respirando la alegría de conocer nuevos lugares.
Mi marido nos llevó a comer al Mercado de San Miguel, un lugar precioso donde se degustan tapas de todo tipo de pie ante una de las innumerables barras que se distribuyen por la planta. Nos paramos en cuatro sitios distintos para probar un poquito de cada. La comida estaba magnífica, lo único que encontré fue un precio elevado para comer de pie…
Después nos dedicamos a pasear por la Gran Vía, miramos tiendas, entramos en varias, compramos unas bambas para mi niña y tomamos un granizado de limón en una terracita. ¡Fue un día genial!
Pasadas las seis y media regresamos a Atocha a recuperar nuestras maletas y nos fuimos al hotel que teníamos reservado en Barajas. La noche pasó en un suspiro tras bañarnos un poquito en la piscina para quitarnos el calor y cenar en una terraza cercana.
¡Feliz noche!  J

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