Escala en Estambul

13:31 Pat Casalà 0 Comments


¡Buenos días! El calor asfixiante parece dispuesto a quedarse en las montañas. ¡Cenamos al aire libre cada día! Es inaudito, algo que en los cinco años de pasar los últimos quince días de agosto aquí nunca pudimos hacer… Así que nos iremos a bañar al río como ayer y disfrutaremos del agua, el sol, la paz y la tranquilidad…
Dejamos nuestro crucero en las figuritas que los cocineros preparaban cada noche con comida para adornar los buffets de comida. ¡No la probamos! A esa hora la comida ya nos salía por las orejas…
Al día siguiente nos despertamos temprano para desayunar tranquilos antes de desembarcar en Estambul, donde un guía privado para los trece, contratado desde Barcelona a una agencia turca, nos esperaba con un minibus.
No era mi primera visita a esta ciudad increíble, cuando mi marido cumplió 40 años le regalé un viaje sorpresa de cuatro días en Estambul, y cuando digo sorpresa quiere decir que se levantó un viernes para ir a trabajar y se encontró las maletas preparadas y un billete de avión esperándolo en la mesilla de noche…
El minibus nos llevó por la carretera que discurre por la costa, donde las rocas acumulan lugareños bañándose en el mar. Llegamos a la plaza que antiguamente albergaba el Hipódromo, adornado con varias columnas y circundado por las gradas que se desmontaron en una época posterior.
Uno de los monolitos que se conserva mejor es un obelisco egipcio, construido en la época de Tutmosis III y traído a Constantinopla (antiguo nombre de Estambul) en la época romana. Éste obelisco sale en El Secreto de los Cristales, donde se explica su periplo. ¿Sabéis la ilusión que me hizo verlo en directo? Parece mentira que se conserve en perfecto estado después de tantos milenios…
Tras la visita reglamentaria al Hipódromo nos dirigimos a la Mezquita Azul, donde los zapatos se guardan en una bolsa de plástico para entrar descalzos y se pide amablemente a hombres y mujeres que se tapen los hombros y las piernas. El  interior de la mezquita es una maravilla, al igual que su arquitectura de bóvedas, adornada con minaretes, que te transporta a la época dorada de los musulmanes…
Caminamos por el parque frontal que conecta la Mezquita Azul con Santa Sofía, una antigua iglesia católica que los musulmanes utilizaron de base para crear una mezquita. En la actualidad este magnífico templo se ha convertido en un museo donde se intenta rescatar algo de los mosaicos originales que recubrían las paredes con escenas bíblicas. Cuando Santa Sofía se convirtió en una mezquita los musulmanes borraron cualquier atisbo de catolicismo enyesando las paredes y ocultando así la obra maestra que realizaron los católicos.
Tras la visita a este maravilloso monumento nos dirigimos en grupo hacia el palacio de Topkapi, una muestra esplendorosa de la riqueza de los sultanes. Caminando por la avenida que nos conducía a la entrada del palacio nos detuvimos un instante en una de las iglesias más antiguas de Estambul, Santa Irene, donde fotografiamos a mi hija, tocaya de la iglesia. En Santa Irene tuvo lugar el concilio en el que Constantino decidió adoptar la religión católica para los romanos.
Caminamos por el palacio, admirando los jardines, la arquitectura, la colección de joyas increíbles de la familia real, las ropas inmensas que llevaban los sultanes, las armas, los objetos de culto religioso,… El traqueteo de la silla de ruedas fue intenso, Topkapi no está preparado para minusválidos y casi todo son escaleras donde debían levantar la silla de ruedas entre seis personas para elevarla junto a mi suegra y subir y bajar por todos los obstáculos. ¡Uffff!
En el restaurante del palacio nos paramos a comer un par de especialidades turcas. Entre ellas el típico Kebab de cordero… ¡Y vuelta a caminar por los jardines, las salas, los balcones! Aunque no contamos con tiempo de entrar en el Harén, una maravilla que vale la pena visitar.
 Nos quedaban apenas cuarenta minutos para perdernos en las callejuelas del Gran Bazar antes de embarcar. Fue una carrera contrarreloj para comprar cuatro recuerdos, algunos regalos y regatear con los vendedores sin perder de vista a los ocho niños que nos acompañaban. ¡Si no llegas a tiempo el barco se va sin ti!
Una vez pasado el plazo nos reunimos y caminamos por las callejuelas hasta internarnos en el bazar de las especies. Al salir cerca de la costa del Bósforo nos esperaba el minibus para llevarnos de vuelta al Costa Favolosa…
¡Hasta mañana! ¡Feliz día!

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